Hace como unos tres años, empecé a dar clases a una niña, más o menos tenía unos 8 años. Su madre me estuvo explicando las cosas que daba en el cole y que la costaba mucho leer. Ella me dijo que padecía de dislexia y discalculia. Yo en ese momento no sabía cómo reforzar en aquellas áreas donde tenía dificultad, puesto que había desconocido esa dificultad lecto-escritora.
Empecé a buscar recursos para intentar ayudarla adaptando los contenidos a sus necesidades.
La verdad es que cuando empecé con ella, notaba que no sabía diferenciar la D de la B. Cuando se trababa la ayudaba un poco, puesto que todos en algún momento hemos tenido la necesidad de ser ayudados.
Cuando su madre se acercaba a la sala donde estábamos, me corregía, diciéndome, que la dejase leer sola, es decir, no la tenía que ayudar.
Pero ante una dificultad que se nos pueda dar creo que es constructivo y a la vez necesario poder ayudar y encauzar a quien tiene una cierta dificultad para poder darle la seguridad de que poco a poco pueda ir corrigiendo aquello que le dificulta en su aprendizaje, para ir consiguiendo que esa persona tenga autonomía.
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