Nuestra sociedad potencia cada vez más los valores individuales, y descuida los colectivos. Sin embargo, las personas somos seres sociales. Necesitamos desarrollarnos en sociedad para hacerlo plenamente y ser más felices. A pesar de ello, este mensaje cala poco en muchos ámbitos, incluido el educativo.
Vivimos en la sociedad de la velocidad, de la imagen y de la individualidad. Los medios de comunicación necesitan personalizar los logros en un individuo concreto para que la noticia sea más noticia. De esta manera se llega al endiosamiento y la idolatría de algunos de estos individuos, pues éste es un mensaje que encaja bien con el del héroe, que contra todas las dificultades, cumple su destino para lograr algo grande por sí mismo. El héroe moderno ya no recibe coronas de laurel, sino copas o medallas por meter más goles, o aparecer en la revista “Forbes” de los más ricos o en otras de los más elegantes, etc. Es el culto al individuo ensalzado.
El individuo idolatrado es un buen vehículo para promocionar el consumo o del deseo de posesión de ciertos bienes, objetos que seguramente no son necesarios, pero que los engranajes de la comunicación y la publicidad logran que se perciban como si lo fueran.
¿Realmente esas personas han conseguido sus logros ellas solas? Es una buena pregunta para hacernos y hacerles a los niños.
A parte de conseguir sus objetivos individuales, ¿qué han aportado tan grande a la sociedad para merecer tanta admiración?
¿Dónde queda el reconocimiento a los equipos, a los grupos de trabajo, que hacen posible que el individuo concreto logre el objetivo? Neil Armstrong fue el primer ser humano que pisó la luna, ¿lo hizo él solo? Es un claro ejemplo de combinación de un esfuerzo individual en el seno de un grupo, un equipo. No todo el equipo podía ser llevado a la luna, pero de alguna manera todos estaban presentes cuando el elegido la pisó.
Dentro del sistema educativo veo cambios en el sentido de potenciar las capacidades individuales, pero no veo muchos avances en potenciar la convivencia en sociedad, en valorar el trabajo de grupo, en aportar aunque no seamos protagonistas principales del hecho en cuestión.
La vida en sociedad, aun siendo necesaria, como he dicho al principio, presenta retos que también deben ser tratados en la escuela. Vivir en sociedad supone compartir, respetar, aportar, ceder, discrepar, y aun así respetar, y otros muchos valores que creo que están perdiendo puestos en la lista de valores de nuestra sociedad en beneficio de los individuales, tales como vencer, superar a, ser el que más o el que mejor hace algo, etc.
Creo que debemos profundizar en la formación humana y social de los niños para que sientan con más fuerza los valores colectivos que he enumerado en el párrafo anterior. Así formaremos personas más felices, estoy convencida de ello, y por supuesto, viviremos en sociedades más justas, por lo tanto más felices también.
Creo que la formación en estos valores sociales y humanísticos merece temas concretos en ciertas asignaturas, si no una asignatura completa, y su tratamiento de forma transversal en otras, tales como las ciencias, literatura o historia.
Carmen Montero Blázquez
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