La religión es una de las manifestaciones más importantes dentro de la cultura maya,
pues a través de ésta podemos penetrar en su pensamiento. Los mitos cuentan cuál
fue el origen del cosmos, de los dioses, de los hombres, de los animales y de las
plantas que forman el entorno maya. Así surgen los ritos, conductas sagradas por las
que los mayas se acercaban al universo divino y donde gracias a un intercambio de
dones se mantenía el equilibrio del cosmos (Nájera Coronado 2004).
-Divinidades asociadas a la sexualidad
Los dioses mantuvieron una representación esencial dentro de la cosmovisión maya,
concibiéndose como una naturaleza dual que manifestaba lo masculino y femenino, y
que la encontramos generalmente en deidades relacionadas con la fertilidad como
Ixche, Itzamná y Chaac. Para Rivera Dorado (2005) es precisamente esta oposición la
que dio lugar a los mitos de creación, pues es una unión de los contrarios, de lo que
debía estar separado para que surgiera el universo, la vida y el hombre (Fig. 1).
Las representaciones de las divinidades mayas son abundantes pero su interpretación
es compleja debido a que se exteriorizaban por medio de fuerzas naturales, animales
o incluso vegetales (Nájera Coronado 2004).
- Ritos asociados a la sexualidad
Uno de los aspectos que adquirió mayor importancia en la religión fue el ritual, un
medio por el cual el hombre religioso entraba en contacto con los dioses y lo
sobrenatural; se buscaba alcanzar su voluntad en beneficio de los seres humanos
(Nájera Coronado 2004). En relación a ritos relacionados con la sexualidad no
encontramos uno con un carácter sexual definido, pero sí relacionados con la fertilidad
y con la utilización de elementos de carácter sexual.
En primer lugar, se ha verificado la existencia de distintos rituales ligados a la fertilidad
y la reproducción, pues de ésta dependía la vida de los dioses y el equilibrio del
universo.
Por un lado, se constata la existencia de ritos lunares asociados a la fecundidad
humana, siendo efectuados, casi siempre, por mujeres para conservar al marido y
tener un vientre fecundo. De esta forma, iniciaban un baile ritual y pedían a la Luna
que vertiera sus bondades fértiles sobre ellas; ofrecían presentes como algodón, hilo,
caracoles o la flor de la plumería (Cruz Cortés 2000). Por otro lado, los hombres
también realizaban rituales donde ofrecían sangre a los dioses; estos les enviaban
entonces, lluvias para obtener buenas cosechas (Nájera Coronado 1987). En este tipo
de rituales la mayoría de las veces el líquido vital provenía del miembro viril.
El motivo según Rivera Dorado (1981) es porque la sangre es un símbolo de fuerza y fecundidad, unido al ciclo eterno de muerte y resurrección. En segundo y último lugar destacamos la presencia de ritos relacionados con el culto al falo, lo que demuestra la existencia de ceremonias dedicadas a exaltar los órganos sexuales por medio de una serie de representaciones escultóricas. No obstante, es poco probable que su intención fuera solamente pornográfica, posiblemente estos ritos pudieron estar asociados a ceremonias agrícolas, del matrimonio sagrado entre el cielo y la tierra. Por este motivo, las ceremonias fálicas se hacían ligadas a las deidades de la cosecha en alusión a la lluvia y reproducción de la naturaleza (Muñoz y Castañeda 2007). Según Amrhein (2000) podemos clasificar este tipo de representaciones en tres tipos. En primer lugar, los falos independientes (Fig.2), realizados en piedra y de grandes dimensiones formando parte de un programa arquitectónico al frente o dentro del templo. En segundo lugar, los falos portátiles (Fig.3), en piedra, arcilla, madera y concha, empleándose como adornos o en los rituales del culto fálico. Por último, los falos adheridos (Fig.4), empotrados a los muros de templos, cumpliendo la funcionalidad de desaguar las azoteas en época de lluvias y simbolizar el semen del dios de la lluvia que fertilizaba a la tierra. Los genitales femeninos, en cambio, se ven rara vez y solamente como “graffiti” en las cuevas o en las paredes de los edificios de Tikal, Guatemala (Houston y Taue 2010).
El motivo según Rivera Dorado (1981) es porque la sangre es un símbolo de fuerza y fecundidad, unido al ciclo eterno de muerte y resurrección. En segundo y último lugar destacamos la presencia de ritos relacionados con el culto al falo, lo que demuestra la existencia de ceremonias dedicadas a exaltar los órganos sexuales por medio de una serie de representaciones escultóricas. No obstante, es poco probable que su intención fuera solamente pornográfica, posiblemente estos ritos pudieron estar asociados a ceremonias agrícolas, del matrimonio sagrado entre el cielo y la tierra. Por este motivo, las ceremonias fálicas se hacían ligadas a las deidades de la cosecha en alusión a la lluvia y reproducción de la naturaleza (Muñoz y Castañeda 2007). Según Amrhein (2000) podemos clasificar este tipo de representaciones en tres tipos. En primer lugar, los falos independientes (Fig.2), realizados en piedra y de grandes dimensiones formando parte de un programa arquitectónico al frente o dentro del templo. En segundo lugar, los falos portátiles (Fig.3), en piedra, arcilla, madera y concha, empleándose como adornos o en los rituales del culto fálico. Por último, los falos adheridos (Fig.4), empotrados a los muros de templos, cumpliendo la funcionalidad de desaguar las azoteas en época de lluvias y simbolizar el semen del dios de la lluvia que fertilizaba a la tierra. Los genitales femeninos, en cambio, se ven rara vez y solamente como “graffiti” en las cuevas o en las paredes de los edificios de Tikal, Guatemala (Houston y Taue 2010).
-Iconografía asociada a la sexualidad
El ser humano siente una profunda atracción por los símbolos, pues admira a las
antiguas culturas que nos han dejado registros imponentes (Ciudad Ruiz 2012). El
carácter simbólico de una manifestación cultural es transcendental para conocer mejor
a una cultura pues se puede comprender numerosos aspectos, como los sexuales,
puesto que tal y como defiende Sanz (1998) su principal función es la comunicación.
Las representaciones del acto sexual entre los antiguos mayas no reflejaron de forma
explícita las prácticas sexuales, algo que puede llamar la atención si lo comparamos
con el hecho de que, como hemos visto, no tuvieron ningún inconveniente para
representar de forma prominente falos (Fig. 5). Houston y Taue (2010) defienden que
estos actos se insinuaron de manera sutil, dejando todo a la imaginación del
espectador. La evidencia de representaciones con motivos sexuales es poca, ejemplos
los encontramos dentro del “Códice de Dresde”, el cual contiene este tipo de
representaciones indirectas (Fig. 6).
No obstante, encontramos una excepción a estas sutiles representaciones en la cueva
de Naj Tunich (Guatemala), sitio que contiene imágenes relacionadas con la actividad
sexual y que según Brady y Stone (1986) sugieren que es único al evidenciar
representaciones sexuales como el sangrado ritual y el coito.
Amrhein, L. (2000). An Iconographic and Historic Analysis of Terminal Classic Maya
Phallic Imagery. Richmond: Virginia Commonwealth University.
Brady, J.E y Stone, A. (1986). Naj Tunich: Entrance to the Maya Underworld.
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2012 el Amanecer Maya, Huelva. Recuperado de https://vimeo.com/85339241.
Cruz Cortés, N. (2000). Ritos y plegarias lunares de la fertilidad. Estudios
mesoamericanos, 2, 17-22.
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Tribuna. Recuperado de https://www.nuevatribuna.es/articulo/historia/mayas-
curiosa-sexualidad/20170720142655141918.html.
Guzmán Argáez, P. y Servín Hernández, B (2005). Estudio y proyecto de exposición
sobre la sexualidad y el erotismo dentro del imaginario artístico del México
prehispánico (Trabajo fin de grado, Universidad de las Américas Puebla). Recuperado
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Houston, S. y Taube, K.
(2010). La sexualidad entre los antiguos mayas. Revista de
Arqueología Mexicana, 104, pp. 38-45.
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Nájera Coronado, M. (1987). El don de la sangre en el equilibrio cósmico. El sacrificio y
el autosacrificio entre los antiguos mayas. México: Universidad Nacional Autónoma de
México.
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de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas, 5 (6), pp. 2-18.
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de antropología americana, 11, pp. 59-67.
Rivera Dorado, M. (2005). Catorce tesis sobre la religión maya. Revista española de
antropología americana, 35, pp. 7-32.
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Madrid: Sociedad Española de Estudios Mayas.