jueves, 6 de marzo de 2025

¿Existen “Casos simples y complejos” en el Acompañamiento Educativo?


Quienes trabajamos en Acompañamiento Terapéutico o Inclusión Educativa con infantes solemos escuchar de parte de familiares, docentes, directivos y otros profesionales intervinientes que existen "casos simples" y "casos complejos". Los primeros hacen referencia a los estudiantes que tienen acompañamiento cognitivo y los segundos a quienes tienen acompañamiento conductual.

Esto supone una simplificación absurda y una falta de comprensión de los procesos de desarrollo infantil en general y de los estudiantes con discapacidades, neurodivergencias o condiciones de salud que requieran de acompañamiento en particular.

Los procesos cognitivos y los conductuales no van por vías separadas. Los estudiantes con desafíos en el aprendizaje (dislexias, disgrafias, discalculias, falta de comprensión lectora o necesidad de ajustes razonables) también suelen presentar síntomas conductuales debido al estrés, la ansiedad, la depresión, el costo de compararse con compañeros/as o el bullying que pueden sufrir por no incorporar los conocimientos al mismo tiempo o con los mismos métodos que sus compañeros. Por otro lado, los estudiantes con desafíos conductuales también ven afectado su aprendizaje debido a esta misma condición: la hiperactividad, la imposibilidad de mantener las piernas quietas, el no poder fijar la vista en el libro o el pizarrón, o la falta de concentración tienen consecuencias en la comprensión y adquisición de los conocimientos.

Esta breve explicación nos permite comprender que no existen "casos simples" y "casos complejos", así como no existen estudiantes que requieran de un acompañamiento o intervención solo cognitiva o solo conductual. Esta creencia es más propia del "sentido común" que de los conocimientos que deberían tener de estos procesos que ocurren en el desarrollo infantil las personas que trabajan con infancias (docentes, personal de las escuelas, funcionarios de educación, profesionales de la salud).

"Este niño/a parece normal" suelen decir de los estudiantes con acompañamiento cognitivo, ya que sus síntomas o desafíos no son tan floridos o visibles como aquellos que presentan acompañamiento conductual. El camuflaje de su condición o masking, tan común en las neurodivergencias (como el autismo, la dislexia o el déficit de atención sin hiperactividad) hace que muchas veces los ajustes razonables y las obras de accesibilidad no sean tenidas en cuenta porque las personas que trabajan con estos niños o niñas en particular no las perciben como necesarias. Por eso es importante la presencia de profesionales formados en el área que hagan un diagnóstico o evaluación personalizada teniendo en cuenta todas las variables (socio-económicos, médico-psicológicas, etno-culturales, familiares, del nivel o grado de desarrollo en que se encuentra) y que su opinión sea tenida en cuenta por los docentes y autoridades de la escuela.

Conocer esto supone también una mejor planificación para el Acompañante o Profesional de Apoyo a la Inclusión Educativa a la hora de plantear sus objetivos y redactar el Plan de Trabajo que va a orientar su labor durante el año. Si planifica un acompañamiento solo cognitivo o solo conductual corre el riesgo de encontrarse sin herramientas para realizar los ajustes necesarios que le permitan al estudiante transitar de la mejor manera posible su trayectoria escolar. Si solo se preocupa porque adquiera la lecto-escritura sin tener en cuenta las dificultades que presenta para permanecer sentado o prestar atención, o por el contrario, trata de contener sus estallidos emocionales ignorando que su causa puede deberse a la comparación que ellos mismos hacen con respecto a los tiempos o formas de aprendizaje respecto de sus compañeros/as, verá más dificultado su trabajo y repercutirá en mayor sufrimiento para este niño o niña.

Esto también supone una revalorización de nuestro trabajo como profesionales de la salud y de la educación, al comprender que debemos afrontar una serie de desafíos a fin de poder acompañar al infante de la mejor manera posible. Si nos desempeñamos en situación de precarización laboral, con pagos atrasados y que no cumplen los nomencladores, se hace más difícil sostener el acompañamiento. Los derechos de las infancias y el acceso a la educación en igualdad de oportunidades, requieren que se cumplan los derechos de los trabajadores del área.

Frente a esta situación que acabamos de describir, proponemos dos posibles formas de abordarla. La primera es la formación continúa y obligatoria en perspectiva de discapacidad y neurodiversidad para todo el personal que se desempeña en el ámbito educativo, ya sea público, privado o comunitario-cooperativo, para evitar caer en el desconocimiento que muchas veces opera como negador del derecho a la educación. Ya existen proyectos en este sentido presentados en el Congresos Nacional y en otras legislaturas del país, que es importante apoyar y fomentar. La segunda es que haya diversidad de formación entre los profesionales para que cada estudiante pueda contar con un acompañante capacitado y especializado en su discapacidad, neurodiversidad o condición de salud que sepa como intervenir en la situación y realizar los ajustes necesarios de cada caso. Esto favorece la ética profesional a la hora de aceptar un acompañamiento o saber cómo derivar cuando la situación excede nuestra formación.

Por último, es necesario aclarar que no existen "casos cognitivos" o "casos conductuales", no solo por los motivos que expresamos anteriormente, sino porque quienes nos desempeñamos en este área no trabajamos con "casos", trabajamos con personas que tienen una historia, una familia, que sienten y que piensan. En definitiva, con sujetos de derechos. Derechos que debemos defender, al igual que los nuestros como trabajadores.


Por Noelia V. Gotusso y Luciano Andrés Valencia