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viernes, 28 de abril de 2017

Diario de unas vacaciones

Hoy 4 de Septiembre aquí estamos mi madre y yo frente a las dos maletas, una grande y otra mediana, estamos intentando decidir cual nos llevamos, algo que ya se de antemano, sé que vamos a llevarnos la grande, son cinco días, pero sé que la mitad de la maleta ira llena de “por si acaso”. ¡Anda que no la conozco! Chaquetas por si refresca por la noche, no una o dos, sino tres o cuatro por si se manchan, y así con todo lo demás. Luego está el tema medicamentos, dolor de cabeza, para el mareo, para el refriado y creo que también ha echado alcohol, gasas y tiritas para la picadura de medusas me he supuesto yo. El cargador de la silla eléctrica. La picadora para hacer los purés, zapatos, zapatillas y escarpines. Toallas para la playa, cremas solares y bañadores.

Creo que ya se ha decidido, ¡y me dice! Nos vamos a tener que llevar la grande, ¡y pienso, fíjate que sorpresa!!

Allá vamos con la silla de ducha, mi almohada, y la maleta grande, se ha empeñado en llevarse otra silla para la playa, pero al final la dejamos en tierra porque no cabe en el autobús.

Nuestro destino Almuñécar, mis compañeros de viaje son mis amigos de “ASODEMA” y otras dos asociaciones, “APAM” de la Puebla de Almoradiel y “ASPRODIQ” de Quintanar de la Orden. Un total de treinta personas entre cuidadores, voluntarios y nosotros; chicos y chicas de los tres centros ocupacionales.
 Vamos dispuestos a disfrutar de estas merecidas vacaciones.

 Mi sitio en el autobús, un lugar privilegiado, voy atrás, al lado de la ventanilla más grande, bien anclada mi silla de ruedas al suelo, ante todo seguridad, y no me pienso perder detalle del viaje.

Pasamos Despeñaperros y se nota, se nota en el paisaje, más árboles, más verde, más cerros, más curvas y montañas, y a lo lejos un pico muy alto, el más alto de España.

Seis horas de viaje sin apenas cansancio, el tiempo se ha pasado deprisa, igual de rápido que nuestras vacaciones.

Paseos por Almuñecar. Playa poca, mucha piedra para mi gusto, menos mal que se quedó en tierra la silla de playa porque no ha hecho falta, bueno ni toallas, ni cremas solares. Al final hubiera bastado con la maleta mediana.

Visita obligada a las Cuevas de Nerja. En la puerta de entrada un cartel, no están adaptadas, ¡normal! ¿Cuándo se ha visto que una cueva este adaptada para ir en silla de ruedas?, pero mi madre se empeña; para eso hemos recorrido media España dice. Busca entre los compañeros al más fuerte para que la ayude, y allá voy yo a la sillita la reina, subiendo y bajando escaleras y disfrutando de un paisaje como pocos, lleno de piedras con formas extrañas, estalactitas y estalagmitas.

De vuelta al hotel visita al barco de Chanquete, allí inmóvil en una plaza, parece fuera de lugar, no lo recuerdo así en la serie Verano Azul.

Voy a echar de menos nuestras visitas nocturnas al karaoke, allí al ladito del paseo marítimo, donde nos clavaban tres euros por cerveza y 2,50 por Coca cola.

Inolvidable la fiesta de cumpleaños que me preparó mi gente de “ASODEMA”. Allí cumplí los 27.
Al final me quedo con lo mejor de estas vacaciones, con el ambiente siempre de compañerismo entre todos nosotros, con las nuevas amistades, entre ellas Cristina (voluntaria incansable) También me quedo con el viaje de regreso “como sobrevivir once horas en un área de servicio esperando otro autobús porque el nuestro esta averiado”, buen título para otro artículo, quizás en el siguiente, ya veremos…


       Los amigos duplican las alegrías y dividen las penas.       

Cristina Prieto Blázquez
1º Educación Infantil

miércoles, 11 de mayo de 2016

Voluntariado y educación

          Las acciones que contribuyen a convertir una ciudad grande en una "gran ciudad" son aquellas que se realizan en la ciudad misma, en sus calles o en cualquier lugar que sea susceptible de acoger un encuentro entre personas que han llegado hasta ahí con el fin de ayudar o de ser ayudados. Pero la imagen que pretenden dar al exterior las grandes urbes en muchos casos confronta con su propia realidad.

Con el paso de los años, el avance de la tecnología nos va privando de ver por las carreteras una escena típica; aun así nos queda el recuerdo. ¿Quién no ha empujado por la cuneta su coche que a mitad de camino se había detenido? De igual forma, hay personas que parecen no estar integradas en el ritmo vertiginoso que la ciudad impone y se encuentran al borde de las calles, quizás esperando un pequeño empujón.

Algunos van a tal velocidad que cualquier coche parado les es casi imperceptible. También hay conductores cuya preocupación por no chocar ni ser arrollados les hace esquivar el vehículo detenido. En ocasiones algunos apenas se asoman por la ventanilla y así logran diferenciar qué es eso y qué aquello que va quedando atrás. Y por último, los hay que detienen su coche y se remangan la camisa para empujar como uno más; ¿cuál será la recompensa que recibirá el conductor que detenga su automóvil?, ¿quién será el causante de que el coche arranque o no?, y en definitiva, ¿por qué esa persona se paró a ayudar?

El tiempo, la implicación personal en los proyectos, la presencia física y el esfuerzo mental puestos al servicio de la mejora de la sociedad, dirigido a lo que a vista de todos nosotros es susceptible de mejora, a aquél que pide ayuda, es uno de de los  agentes de cambio más potentes con los que cuenta una ciudad. 

La escuela, lugar de socialización por excelencia, es un lugar ideal para promover el voluntariado, porque el efecto de estas buenas acciones es mayor al estar regladas y dirigidas hacia un fin específico. El voluntario, cuenta con una estructura detrás que le permite sentirse respaldado en todo momento en el ejercicio de su tarea, más teniendo en cuenta que las acciones se realizarán sobre colectivos o aspectos sensibles de la sociedad. De forma recíproca, el voluntario representa con sus decisiones, además de a su propia persona, a todo el sistema que posibilita ese trabajo y, de una u otra manera, el esfuerzo de todos los ciudadanos por ayudar a sus semejantes.

Desde pequeños, los niños pueden conocer cuál es el movimiento asociativo cercano a él y cuáles son sus objetivos, normalizando la participación en ellos y creciendo con el sentido de pertenencia a la sociedad en la que vive y con la sensación de ser agente de cambio. Con todo ello, la energía que nace de la voluntad de contribuir a la mejora de la sociedad e integrarse en un grupo de este tipo encontrará dos grandes obstáculos en su camino. Por un lado, el compromiso con el proyecto en el que se trabaja puede llegar a requerir una gran implicación personal que pugnará con las propias fuerzas y con el resto de obligaciones hasta, incluso, llevar al voluntario al agotamiento (de la "voluntad") y, por otro lado, existe un factor que potenciará lo anterior: después de meses tratando de ayudar a una persona a salir de una situación difícil, es posible que vuelva a estar aún "peor" que al principio, lo que conllevará un sentimiento de frustración. Situaciones como ésta ocurren inevitablemente porque la solución a un problema depende de tantos factores que simplemente las circunstancias incontrolables pueden hacer retroceder a lo que creíamos que había sido superado.

Para prevenir o paliar estos sentimientos es imprescindible el trabajo en equipo. La institución correspondiente deberá responsabilizarse de velar por el voluntario y no exigirle más que aquello que fue acordado. También debe recordarse cuando sea oportuno que los éxitos y los fracasos de este tipo de trabajos, además de ser relativos, no son atribuibles a ningún miembro del equipo en particular, ni siquiera al equipo completo, sino que los resultados (sean positivos o negativos) van adquiriendo forma a lo largo del tiempo y son consecuencia de todos. Así se aplacan las metas irreales que llevan el objetivo de una sola intervención a obtener efectos inmediatos y a la vez duraderos.

Hablar sobre qué ha sucedido durante la jornada de voluntariado pone en juego la conducta de uno mismo en situaciones concretas. La visión de otros compañeros o el diálogo entre todos contribuye a que el voluntario tenga siempre presente cuáles son los límites de su trabajo dentro de los que se puede mover, qué alternativas a su actuación plantean los compañeros o simplemente la posibilidad de tener una visión diferente que sin duda enriquecerá la suya. La periodicidad de estas reuniones deberían estar amoldadas a la disponibilidad de los miembros la mayoría de las veces, pero las reuniones periódicas son necesarias y además fomenta la responsabilidad con la organización. Estos encuentros son ocasiones óptimas para verter en ellos sinceridad sobre asuntos del trabajo que el grupo manejará, con el fin de mejorar en la ayuda y que serán supervisados por los coordinadores.

La formación práctica del voluntario se encuentra en el desempeño de la tarea; en este caso la vivencia lleva intrínseca la experiencia. Además, se trata de un complemento valiosísimo para los escolares, y amplía su marco de socialización. Con respecto a la formación teórica, es a la organización a quien le corresponde ofrecer aquellas herramientas que al voluntario le sean útiles en cada caso. Dependiendo del tipo de voluntariado la formación irá orientada en un sentido u otro, y eso será incorporado a los conocimientos del voluntario. De esta forma, la información proporcionada por parte del coordinador y de los compañeros será utilizada en su trabajo, pero no podrá olvidarse de ello cuando termine su tarea.

Saber escuchar, respetar y compartir las diferencias, reconocer sentimientos propios acerca de la relación con el otro, aceptar motivaciones personales, empatía y responsabilidad, son factores necesarios a tener en cuenta en todo momento a la hora de realizar voluntariado y, en definitiva, en cualquier acto de comunicación interpersonal. Además de lo que uno debe saber o aprender para desarrollar en cada caso concreto, estas destrezas son un instrumento fundamental y revertirán en la vida cotidiana del voluntario. El lugar en el que se aprendan estas cosas, será el aula de formación aunque también se podrán aprender en el trabajo mismo, todo dependerá de la coyuntura particular del centro. Siendo los valores anteriormente mencionados algo deseable, no siempre se posee dominio sobre ellos, también habrá personas que no tengan una buena conexión con sus emociones y, en definitiva, habrá gente que necesite de este tipo de aprendizaje. Si alguien así llega a aceptar que hay una motivación personal implícita en su deseo de que una persona consiga su objetivo, ya sea por identificación con ella o por cualquier otra razón, habrá descubierto algo importante dentro de sí y su relación con  demás será sin duda un poco diferente.

Te animo a mirar a los ojos a quien está en la cuneta, a detener tu coche un momento y… ¡a empujar!

Cristina Medina Hidalgo
 Fundación Escuela Teresiana www.escuelateresiana.com