Educar es una labor muy importante que nos incumbe a todos, tanto a la familia como a la comunidad educativa y a la sociedad y, que debemos llevar a cabo de la manera más correcta posible para que los más pequeños y no tan pequeños adquieran los valores y actitudes necesarias para convivir en sociedad.
Educación no es únicamente adquirir conocimientos sino, que es una tarea compartida cuyo objetivo es la formación integral del niño. La familia juega un papel fundamental en el desarrollo social, pues en ella se establecen los primeros vínculos emocionales y los primeros aprendizajes sociales básicos. Por lo que, los padres son los protagonistas fundamentales en el proceso educativo de los hijos y los que deberían colaborar y participar de forma activa en la escuela.
Por otro lado, también es importante resaltar la figura del docente ya que son los que pasan gran parte del día con los niños una vez escolarizados y los que tienen que estar atentos a los intereses y necesidades de sus alumnos, motivándolos, creando un entorno que propicie la acción y la experimentación, planificando proyectos y actividades globalizadas, en definitiva, favoreciendo al desarrollo integral y a una formación continua y permanente.
Sin embargo, la sociedad del siglo XXI está inmersa en cambios continuos, tanto políticos, culturales como sociales y muchos son los factores que impiden ofrecer una educación de calidad. Por ello, es conveniente que los niños reciban de la familia y del docente una educación integral, es decir enseñar los conocimientos y habilidades necesarias para adquirir autonomía y poder defenderse en la vida y, alcanzar un nivel de bienestar.
Esta formación debe comenzar desde edades tempranas sin olvidarnos de la educación en valores, de la educación moral y social. Ahora más que nunca en una sociedad democrática debemos educar para el diálogo, para que usen con responsabilidad la libertad que tiene el ser humano, en la autonomía como capacidad autorreguladora de los individuos, en la solidaridad como capacidad de entendimiento entre las personas y como actitud para lograr la igualdad y la justicia. Además, es importante educar los sentimientos, las emociones y los afectos como bases del equilibrio personal.
En definitiva, el desarrollo tanto intelectual, afectivo como social de los niños depende, en un principio de la familia, pero una vez escolarizado, será competencia de la interacción entre padres y docentes. Se necesitan canales de comunicación y una acción coordinada para que los niños se desarrollen en las mejores condiciones y en todas sus dimensiones. Por lo tanto, la suma del esfuerzo de ambas instituciones, la familia y la escuela, es el camino más adecuado para conseguir con éxito la formación integral del individuo.
Sofía Ruedas Bargueño
2ºB Educación Infantil
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