El primer día que pisé mi primer aula, sabía que iba a ser un momento que iba a marcar en mí un antes y un después. Llegaba a una clase de 6º de primaria con muchas ganas de aprender y dar lo mejor de mí. Los primeros días fui asociando los nombres a las caras de los alumnos, también dándome cuenta de las características personales de cada uno de ellos.
Según se hablaba entre profesores, esta clase era un poco guerrera, cosa que no sé poner en duda; pero lo que la hacía muy especial eran los gestos que tenían muchos compañeros entre sí más en concreto con una persona. Alberto era un niño con dificultades en el aprendizaje; el cual a veces te pedía ayuda y otras te decía que le dejases tranquilo para realizar la tarea/examen él mismo. En cuanto a su personalidad, había veces que reclamaba mucha atención y cariño y otras no tanto.
Sus padres habían intentado por todos los medios posibles que se diagnosticase el problema, pero esto no había sido posible.
Las TIC no eran su punto fuerte, se le hacía muy difícil manejarlas, y en una clase de repaso de Sociales, la cual se estaba impartiendo en el aula de informática me di cuenta de un gesto muy especial, de los que me he referido anteriormente. Uno de sus mejores amigos y mayores apoyos era Óscar, quien decidió ponerse con Alberto a hacer las actividades de repaso y en un mismo ordenador los dos juntos.
Ante este gran gesto de compañerismo, solo me quedó decirle a Óscar lo buen amigo que era al finalizar la clase.
A lo largo de mi periodo de prácticas me he dado cuenta de que cuando vamos al aula de informática a Alberto no se le adaptaban las actividades; a no ser que el ATE esté con él. Al contrario he de decir que cuando nos encontrábamos en el aula sí.
Por mi parte intentaba cambiar a actividades que ofrecía la página web de sus contenidos y ayudarle siempre que fuese posible.
Juan Braojos Carpintero
jbraojosgaliana@gmail.com
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