
Cuando por fin pudieron llevarla a casa, sus hermanos de 11 y 14 años se sintieron muy felices.
Esta familia ofreció a la niña el amor que necesitaba para salir adelante y superar sus problemas de salud. Desde el primer momento que los padres la vieron, les robo el corazón, y su papa soñaba un futuro para ella, sin límites, como el de los demás niños.
Claudia fue creciendo, entre visitas a médicos, jornadas de estimulación y una familia en la que era amada y feliz. Ella aprende de sus hermanos, y sus hermanos de ella, y sus ojos llenos de vida son el mejor regalo.
Para los padres su diferencia los enriquecía, ella ha enseñado a apreciar otras cosas más bellas e importantes, nos ha mostrado que hay muchos tipos de inteligencia, nos ha permitido valorar cada esfuerzo y cada pequeño logro.
Claudia tiene algo especial, gracias a su felicidad y sonrisa que nos aporta todos los días nos hace más felices a nosotros.
Es un ejemplo de superación y de cómo a pesar de sus diferencias también es querida por los demás.
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