En la actualidad vivimos un presente muy complicado, no es posible tener la oportunidad de educar de una manera adecuada y acertada en los centros educativos si estos no establecen una colaboración y participación con las familias. El papel de los docentes es complicado, el camino más acertado para ellos es lograr un éxito educativo en el proceso de enseñanza – aprendizaje para que exista la mejor conexión entre lo que se hace en el ámbito escolar y en el ámbito familiar.
En las últimas décadas, la vida familiar ha cambiado de manera exagerada, los horarios laborales en la actualidad, así como la gran incorporación de la mayoría de las madres al mercado laboral, influyen y dificultan la compatibilidad entre la relación familia – escuela.
Entre estos factores, la escolarización de los niños y niñas comienza más en edades tempranas, por ello la escuela debe responsabilizarse de nuevas tareas educativas. Cada familiar tiene una forma de educar a sus hijos/as, y se deben enfrentar a diario a diferentes situaciones que se presentan y solventarlas de la manera más acertada.
Las familias ahora tienen unas necesidades que la escuela no deben dejar escapar, ayudándoles para cubrirlas como profesionales que son de la educación. Las familias no son expertas en la materia escolar de hoy en día, y en algunas ocasiones se encuentran perdidos en ciertas tareas, preguntándose si aquello que enseñan a sus niños/as, dicen o hacen es adecuado o no. La escuela debe cubrir y dar respuesta a todas y cada una de las necesidades que las familias presentan, siendo la escuela también agente de ayuda y cambio, dado que son los máximos responsables de sus hijo/as.
Nos cabe recordar que la participación directa y segura de las familias es aún una asignatura pendiente en muchos de los centros escolares de nuestra sociedad. Hay una baja cantidad de personas que dudan que la relación familia – escuela tienen que trabajar y colaborar de manera conjunta, pero por otro lado la participación entre ambas no siempre es sabia de igual manera por familias y por docentes, y no siempre es efectiva. Parece, que hay casos en los que escuela y familia escogen caminos distintos de actuación en el desarrollo del niño o la niña, en lugar de trabajar conjuntamente de la mano, por un fin común.
Para que la participación entre familia y centro educativo sea eficaz, ambos tienen que conocer el acceso a la información bidireccional y se deben compenetrar para contribuir ambas partes en el proceso de aprendizaje del niño o la niña. En este aspecto me refiero tanto a las familias como docentes se escuchen en mutuo acuerdo y ajusten como deben colaborar para posteriormente intercambiar información y puntos de vista.
Por una parte, las familias afirman que tienen una diversidad de derechos que los centros deben satisfacer en la medida de lo posible y los profesionales tener a mano.
Por último, se debería de trabajar dentro de dos áreas de actuación respecto a la colaboración y participación entre familia y escuela: una individual y otra colectiva. En la primera, la familia es la encargada de educar y formar a sus hijos/as de manera coordinada con el centro educativo: la familia estará informada de lo que se hace en el aula, las actividades que se desarrollan, el proceso de aprendizaje que lleva su niño/a y por otro lado asistirá a las reuniones de clase o con el tutor. En la segunda área, la ayuda de las familias con el centro educativo puede tener diferentes secciones, por ejemplo: asistir a actividades lúdicas, organizar actividades para el centro escolar, participar en asociaciones como AMPAS, etc.
El objetivo primordial y fundamental en esta participación y colaboración es lograr una mejora continuada de la calidad y disposición educativa del centro.
"La educación y la enseñanza mejoran a los buenos y hacen buenos a los malos" Platón
Mª Ángeles Rabadán Pallarés.
Magisterio de Educación Infantil.
Facultad de Educación (Toledo).
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