Hola a todos, soy Bárbara actual estudiante de 2 curso del grado de educación primaria.
Me gustaría escribir esta entrada para todos los compañeros dispuestos a innovar en el aula con este tipo de máquinas ya que me considero una gran profesional de las mismas y además de ello quisiera compartir mis experiencias con ellas.
Antes de meterme en la carrera de educación primaria yo estudie un grado superior de electrónica, vamos la FP de toda la vida en el IES Juan de la Cierva de Madrid.
En nuestro primer año nada más entrar a clase el primer día nos fijamos en una impresora 3D que imprimía una pieza de color naranja con un singular sonido entre una armónica con suave melodía y un frigorífico.
El profesor visiblemente emocionado nos explicó que si superábamos ese primer año nos enseñaría a hacer la nuestra propia. Hubo murmullos de emoción mientras rodeábamos la máquina, aunque yo estaba más preocupada de si sería capaz de construirme una máquina así y de que me serviría una vez construida ya que, debías saber diseñar las piezas en un ordenador.
Pasé el primer año entre plazos de entrega angustiosos donde las placas electrónicas fallaban debido a cortocircuitos, o donde de repente el programa que utilizabas para diseñar circuitos electrónicos te dejaba tirada al no poder procesarse, además, de las pequeñas quemaduras de inexperta soldadora de placas cuando en segundo año (Curso 2014-2015) llegó el gran momento.
Todos aquellos que queríamos nuestra propia impresora nos pedimos la mitad del material para hacerla (electrónica y componentes específicos) y acudimos a las ferreterías entre miradas de ferreteros que nos miraban con cara de locos debido a los materiales y medidas que les pedíamos y que constituían la mitad de la máquina.
Cuando alguno preguntaba con curiosidad ¿Para qué necesita los rodamientos circulares y la fuente de alimentación? Y contestábamos que para hacer una impresora 3D entonces nos encontrábamos con dos tipos de caras:
-La de: Vaya clienta más loca me ha salido
-O la de: ¡Tiene que ser superdotada! (Esta aparecía pocas veces para nuestra desgracia)
Bien, después del visitar una media de 8 ferreterías y esperar dos semanas para el paquete ya habíamos reunido el material para empezar a construir estas máquinas.
Yo empecé con mucha ilusión e ingenio de tal manera que en solo dos semanas y gracias a videotutoriales de un hombre llamado Obijuan que trabajaba en BQ en aquella época y que, para nosotros era padre de las impresoras 3D en este país, además de la ayuda de compañeros de clase ya tenía hecha mi máquina a la que apodé Ramona debido a que mientras le aseguraba las tuercas me daba por cantar la famosa canción de pueblo.
La primera gran pieza que saqué fue un cerdo gordo con plástico del color rosa chicle entre admiración y boquiabiertas caras de mis padres. Esta pieza se la regalé a mi hermana después de comunicarme que se había quedado embarazada y a la que como dijimos en broma el rosa chicle era una señal de que sería niña (lo que fue).
La máquina no era construirla y ya está, necesitaba mucho mantenimiento:
-Calibración diaria de los ejes X,Y y Z
-Control de los cambios de temperatura bruscos según tipo de plástico
-Cortocircuitos en la placa
-Salidas de humo de no sabías muy bien donde hasta que veías un difusor roto
Y un largo etc.
Sí todo esto te ha sonado a chino hemos llegado al punto interesante de esta entrada y donde voy a empezar a relacionar estas máquinas con el aula.
Necesitamos formación si queremos tener estas máquinas en un aula y bastantes medidas de seguridad.
¿Has llegado a leer lo de los cambios bruscos de temperatura? No te culpo si no lo has hecho lo entiendo.
Estas máquinas si las hacemos trabajar con un tipo de plástico llamado ABS tienen una base que se calienta a más de 100 grados para que las bases de las piezas se peguen y puedan construir el resto de la pieza.
Además en el ABS el "pitorro" que pone el plástico sobre la base y lo deja caer se calienta a 240 grados porque si no, no se fundiría dicho plástico.
¿Ahora me entiendes cuando digo lo de las medidas de seguridad?
Yo he visto como uno de mis compañeros ponía una pequeña olla llena de agua sobre la base de estas impresoras y se hacía una sopa en clase o como, mientras las construíamos en clase, las enchufábamos para tener calefacción ya que en el instituto hubo una temporada donde la calefacción estuvo averiada.
Recuerdo con una sonrisa como nos visitaban profesores de todas las aulas que se querían quedar de guardia allí no solo por el frío sino por lo que estábamos creando allí dentro y la curiosidad que les invadía.
Pero también recuerdo como un día dejamos el termistor (la cosa que calentaba el "pitorro") encima de una mesa por descuido y el uso que dimos al extintor próximo a la entrada del aula por ello mientras otros corríamos para desenchufar la luz ante el molesto pitido de la alarma de incendios que amenazaba con soltar agua o también recuerdo la de un chaval de mi clase que enchufó la fuente de alimentación a la corriente continúa provocando un apagón en la planta donde nos encontrábamos y menos mal, porque si no se hubiera quedado pegado al enchufe.
Pero no me desviaré más del principal tema que es la educación. Gracias a estos conocimientos un año después, pude acceder a trabajar en un campamento de robótica sin el cual jamás hubiera descubierto esta preciosa y sacrificada vocación.
Allí me hicieron montar una con los chavales que trabajaba con plástico PLA que no hacía las piezas con la calidad del ABS pero no hacía falta calentar la base hasta los 100 grados aunque el "pitorro" solo se calentaba a 85 grados.
Al menos la seguridad era mayor, aunque la placa que podía ocasionar cortocircuitos y humos si se usaba de manera inadecuada seguía ahí.
Aquí el reto fue emplearme a fondo en el diseño 3D. Yo sabía diseñar algo, pero no era ninguna experta. Gracias a plataformas como Tinker Kad para niños este problema deficiente en mi formación fue divertido ya que desconocía por completo este tipo de programas y eran totalmente intuitivos para los niños y para mí. Y es lo bonito que tiene la innovación que no solo aprenden los niños sino tú mismo y realizas un descubrimiento guiado de forma inconsciente.
Para finalizar el articulo no quiero desanimar a mis compañeros de facultad a que no se lancen e innoven con estas máquinas, al revés, me gustaría animarlos a construirlas con los niños (comprarlas no es factible ya que no conoces la máquina ni los errores que pueden darse en ella para repararlos), a diseñar piezas 3D y hacer volar la imaginación, a que los niños se superen con los diseños pero debo advertirles de que se necesita un tiempo de formación que por desgracia muchos no tenemos, ya que debemos sacarlo de nuestro tiempo libre y además las aulas aún no están lo suficientemente preparadas para albergar este tipo de máquinas que chupan electricidad y mantenimiento por un tubo.
Por no hablar de que debes estar dispuesto a ser (la maestra/maestro que la maneje) ya que pocos van a querer acceder a este tipo de innovación que aún está en pañales.
Muchas gracias si has llegado hasta aquí espero que te quedases con ganas de más y te animes con valentía a innovar y ser ese profesor guay que todos queríamos de niños ;)
Adjunto fotos:
Robot creado a partir de piezas 3D que imprimimos con la impresora del aula
Ramona, mi impresora 3D, con el famoso plástico color rosa chicle
Ramona imprimiendo una mariposa que formaría parte de un móvil para mi sobrina en ese momento, recién nacida.
Bárbara Martín Olivera
2º educación primaria