Hace casi un año estuve en una Escuela Infantil haciendo las prácticas de
educadora. Fue una experiencia mágica, preciosa e inolvidable. Tuve la suerte
de poder conocer y trabajar con diferentes niños, pero sobre todo conocí a un
niño muy especial, un niño que tenía un Trastorno Específico del Lenguaje
-TEL-.
El niño no tenía ningún problema a la hora de realizar las tareas, podía
realizarlas como cualquier otro, pero había que captar continuamente su
atención, ya que era un niño muy inquieto.
Las educadoras se coordinaban con un centro exterior, Centro Creecer para ponerse de acuerdo en cómo trabajar con el
niño, y además una educadora especializada trabajaba con él en el aula de
estimulación temprana, para que su desarrollo avanzase positivamente y para
abordar las sesiones con calma, necesario para que el niño pudiese
concentrarse, ya que era uno de los objetivos principales.
La forma en la que se llevaban a cabo estas sesiones fuera del aula estaban
estudiadas, para no perjudicar al niño en el proceso de socialización e
inclusión de la escuela y trabajar el desarrollo social, importante para el
buen desarrollo del niño.
Como he dicho anteriormente era un niño muy inquieto y un niño que se
enfadaba cuando no conseguía lo que quería, pero a pesar de ello era un niño
muy cariñoso y un niño que le cambiaba la cara cuando le dábamos muestras de
amor y cariño. Poco a poco el niño iba avanzando y mejorando, al principio le
costaba entrar en la escuela, y con el paso del tiempo sus compañeros le
recibían cuando le veían y mostraba una gran alegría.
No hay nada más gratificante que ver la cara de felicidad de esos niños,
pero a la vez es muy duro oír a un padre decir que tiene miedo de que excluyan
a su hijo en el cole y le dejen apartado como un mueble.
El ayudar a estos niños te hace sentir bien y grande como persona, y todas
estas cosas son las que te hacen darte cuenta de lo importante que es la
escuela inclusiva, la formación continua de los maestros y educadores para
saber afrontar estas situaciones, y en cuanto a nivel personal, te hace valorar
los verdaderos problemas de la vida. Cuando trabajas con niños con necesidades,
te das cuenta de lo imprescindible que eres en sus vidas, tanto en su
desarrollo como en su estado emocional, porque ellos también tienen
sentimientos y los niños son muy agradecidos.
Silvia Martín Pavón, 1º de educación infantil
Facultad de Educación de Toledo.