Siempre terminan mis clases con el lema: “Compartid lo
aprendido y lo que queda por aprender”. Y mis alumnos así lo recordarán. No
sería justo, por tanto, el haber tenido una maravillosa experiencia didáctica y
no compartirlo con mis compañeros, alumnos y todo aquel que tiene inquietud por
seguir aprendiendo y descubriendo.
Marché a la Universidad Uninorte de Barranquilla, Colombia,
en el mes de agosto. Tuve que sacrificar
descanso, viajes familiares y sobre todo “abandonar” a mi familia,
especialmente a mi peque Elisa que dice que han sido demasiados días esperando
nuestro regreso.
Tuve la suerte de contar con el mejor
acompañante, mi marido, y aprovechar esos días y la belleza del entorno para
celebrar nuestro 25 aniversario de boda.
Colombia es un país maravilloso y la zona del Caribe
excepcional por sus paisajes, su historia, su comida, su artesanía….pero
especialmente por su gente amable, entregada, bella por dentro y por fuera y
con el poder de poner una sonrisa en cada situación, en cada minuto de su vida
por muy dura que sea. Sólo tiene dos cosas incómodas: el super calor húmedo y
la diferencia de clases tan terrible que tienen.
La universidad Uninorte es impresionante a primera vista:
llena de vegetación, con las iguanas paseando por los jardines, pabellones de
una arquitectura muy cuidada, miles de espacios de encuentro, cultura y ocio.
Una universidad que invita a estar allí, a disfrutar de cada momento, de cada
jornada por muy larga que sea. El ambiente entre los alumnos se respiraba desde
el minuto uno. Pude comprobar como el campus estaba llena de cientos de
actividades donde los estudiantes eran los verdaderos protagonistas: exposición
de maquetas, talleres de cocina, jornadas
de medio ambiente, fiesta de la educación, estándares informativos,
clases de gimnasia al aire libre, ginkanas… Sí es verdad que la temperatura,
espacios, vegetación y los distintos restaurantes al aire libre contribuían a
crear este ambiente de verdadero aprendizaje significativo, colaborativo y
festivo……..pero yo pienso en nuestro magnífico campus, con nuestro entorno y nuestros recursos y no tengo más remedio que
pensar que no lo estamos haciendo del todo bien.
Mi estancia allí estuvo llena de trabajo
Llevé mi maleta llena de información, presentaciones, libros y formas de hacer,
pero os aseguro que tuve que sentarme encima de ella para poder cerrarla y
traerme todo lo que ellos me habían ofrecido y enseñado.
Mi primera experiencia, como docente, fue en Maestría de
educación (que podría equivaler aquí, más o menos, a un máster en educación).
Hablamos sobre el sistema educativo español, lo comparamos con el suyo,
establecimos las competencias básicas que debe tener un docente, nos reímos,
bailamos, jugamos como niños y disfrutamos cuatro horas que pasaron “en un
santiamén”. ¿Qué aprendí? Pues fundamentalmente que el docente debe estar en
continua formación. Allí el sueldo está ligado a la formación que tengas, es
decir cuanta mayor formación (pregrado, grado, maestría o doctorado) más
sueldo. Y de impartir esa formación siempre se encarga la Universidad. La
riqueza en esas aulas es impactante, pues está llena de experiencias,
situaciones laborables diversas, intercambio de materiales y recursos y sobre
todo, de mucha práctica. Buena idea:
mundo
laboral y mundo universitario siempre unido.
Los siguientes días tuve el privilegio
de trabajar en el grupo de Doctorado en Educación. Un grupo de doce profesionales que me hicieron sentir viva,
que me hicieron sentir importante (ya ves…..) y que me permitieron contagiarles
la idea de la importancia de la comunicación eficaz del docente, de la
importancia de asentar nuestro hacer desde nuestra competencia emocional para
conseguir alumnos emocionalmente competentes y donde trabajamos con
estratégicas metodológicas digitales para encontrar en su utilización una buena
vía de comunicación, disfrute y recurso excelente de ayuda.
Os invito a que leáis las conclusiones
que ellos mismos han redactado al finalizar el módulo. Y que están publicadas
en la revista “El recreo”. Hay algunas aportaciones e ideas muy interesantes.
También jugamos, compartimos historias,
casi vamos de parto (imagino que tu niño ya habrá nacido, quiero fotos por
favor) y también bailamos, pues mis peques del cole, cuando se enteraron que yo
me iba a Colombia, me preguntaron si les enseñaría también la canción de la
mosca que era muy divertida y que por favor les trajera fotos de esos profes
mayores bailando. Además, en una reunión de formación de profesores de aquella
Universidad, donde se hablaba de cambio de estrategia y metodología para hacer
más partícipes a los alumnos, Mauri (que gran profesional) comentó:
“lógicamente no vamos a hacer bailar a los alumnos, pero deberíamos intentar……..”
Pues siento decirte, Mauri, que he hecho bailar a todos vuestros alumnos y ha sido “chévere,
chévere”. Momentos mágicos diría yo.
¿Qué aprendí? Valentía para ser un profesional incluso en las situaciones más desfavorables
y terribles. Valentía para no poner excusas, valentía para seguir luchando y
aprendiendo. Valentía para ser humilde a pesar de ser grande,
Gracias a los alumnos de doctorado. Sois unos grandes
Maestros con mayúsculas y os animo a seguir esa gran labor que estáis llevando
a cabo. Ánimo con vuestra tesis y sobre todo, ánimo con vuestras valiosas
vidas. Venís en mis maletas y en mi corazón.
Los últimos días hablamos de evaluación en el grupo de
pregrado de Preescolar, con jóvenes que tienen gran ilusión por la carrera
elegida, jóvenes que absorben todo lo que ven, todo lo que aprenden y que me
hicieron sentir genial. (Cuidadme a Porfi, el único chico del grupo, por su
valentía y vocación).
Y en
la última tarde, tuve la suerte de compartir clase con Francís (mi amigo, mi
compañero de baile, mi valiente, mi sonrisa y alago constante. ¡Cómo se puede
querer tanto en tan poco tiempo!). Fue una tarde especial, donde las alumnas de
grado de Preescolar acababan de tener su primer día de prácticas y estaban
absolutamente cansadas, dormidas, derrotadas, ansiosas y casi muertas
(literal…no os engaño). Francís dijo una frase que me llegó: “….estamos en
educación superior y por lo tanto, nuestro esfuerzo y entrega debe ser
superior, aunque las fuerzas nos fallen.” (y creo que eso a nosotros se nos
olvida muchas veces).
Nos costó hacer reaccionar al grupo,
levantarles el ánimo y el cuerpo, pero yo sabía que la canción de la mosca y
mis marionetas otra vez no me fallarían. Y así lo hicimos: cambiamos el plan de
la sesión y hablamos de teatro como estrategia, hablamos de emociones, de
juegos, de la importancia de la educación infantil y de que ellos no son pre-
de nada. Y por supuesto bailamos……..más fotos para mis niños.
Todo este cúmulo de situaciones y sensaciones también fueron
aderezadas por multitud de reuniones de profesores a las que fui invitada. Este
espacio sí que llenó enormemente mi maleta.
El profesorado es muy cuidado por la
universidad, tanto a nivel material, apoyo académico o retribución económica,
pero también es verdad que es un profesorado muy comprometido, trabajando
muchas horas pero con gran felicidad y entrega. Grupos de profesores que saben
que el seguir formándose es la clave de su éxito.
Allí tienen el CEDU, Centro para la excelencia docente (http://www.uninorte.edu.co/web/cedu/cedu-en-el-mundo)
encargado de la formación, integración, asesoramiento, participación y apoyo de
todo el grupo de profesores de la Universidad. Pude participar en dos de sus
innumerable actividades: Por un lado, en un grupo colaborativo donde un grupo
de profesores, de diferentes facultades, planteaban cambios estratégicos en las
metodologías propias del aula, las implantaban y finalmente evaluaban entre
todos (……..más para aprender aquí……) y por otro, en el club de lectura donde, a
través de un texto seleccionado (que casualidad, pues el de ese grupo de
docentes era un texto español que casualmente
yo conocía) se dialogaba, se compartían experiencias y se buscaba como aplicar
esas ideas a sus respectivas labores profesionales. Eso sí, siempre acompañado
de un buen café y un gran bollo de queso.
¿Qué aprendí? Todo lo que podríamos
compartir los docentes de la universidad de aquí…………., cuantos cafés y bollos
tendrían excelentes consecuencias………., y que pena el no conocer ni a un solo
compañero de otras facultades………tendríamos tanto que aprender unos de
otros. Os prometo que aprendí en esas
sesiones mucho más que en numerosas horas de lecturas de libros bien maquetados
y de prestigioso renombre. Os aseguro que les envidio.
Yo también aporté mi granito de arena a esas reuniones de
intercambio de experiencias, pero esta vez fue alrededor de un buen queso,
jamón y una botella de vino de Marqués de Riscal, que a Margarita le encantó.
La conversación duró y duró con la excusa de las viandas gastronómicas
españolas, pero las palabras nos engordaron mucho más el alma.
Y por último, quiero contaros una de las
experiencias más bonita, como no podía ser de otro modo, visitando colegios de
distintos barrios, de distintos estratos económicos y de distinta metodología.
Muy diferentes, pero los niños…..son niños y su sonrisa es igual de maravillosa
en cualquier parte del mundo. Menos mal que me acompañó una de mis marionetas y
fue la gran triunfadora de la mañana. No olvidaré ese niño que me llamaba “seño
de otro país”, no olvidaré a esas grandes profesionales que hacen magia con lo
poquito que tienen y nunca olvidaré a una tímida profesora que se acercó a mí y
me dijo que había sido una inspiración para ella pues pensaba que con su edad
ya podía aportar poco (es decir, me vio vieja…..realmente nos llevamos un
año…….pero fue un piropo maravilloso).
También hubo tiempo para conocer su
bello país, sus museos, sus ciudades como Santa Marta y Cartagena de Indias,
sus tradiciones, su artesanía, sus playas….. Y disfrutar con mi marido de horas
de luna de miel, tan difíciles de llevar aquí a cabo por el estrés laborar o circunstancias
del día a día.
Son
tantos los recuerdos, nombres de grandes profesionales, nombres de alumnos
entregados, nombres de alumnas ansiosas de saber, nombres de amigos y
amigas……..pero especialmente quiero nombrar a la persona que ha hecho que mi
viaje sea posible. La persona más humana, sencilla, hiper sensible y gran
amante de la enseñanza: Mónica. Gracias. Eres una de las personas más
especiales que he conocido en mi vida. Gracias por tu amabilidad, por estar
siempre ahí y por la labor que haces. Gracias.
Gracias a todos por lo mucho que he aprendido, gracias por
darme esta oportunidad de seguir creciendo, gracias porque he tenido todo el
derecho del mundo a emocionarse…..y
mucho.
Ahora toca trabajar, comenzar un nuevo curso, experimentar
nuevas situaciones, intentar sacar de la maleta lo mucho que traje. Ahora toca
seguir compartiendo.
Puri.