Gracias al esfuerzo de coordinación de la Universidad, y en concreto, al empeño de algunos profesores, los alumnos de 1º de Magisterio, sí, sí, de primer curso, hemos podido vivir estas prácticas tan clarificadoras.
Aunque no quiero meterme en camisa de once varas, me gustaría en este caso, romper una lanza en favor de Bolonia. Y no es que especialmente sea santo de mi devoción, pero si considero que está siendo un punto necesario de inflexión universitaria. Como ocurre en casi todos los ámbitos de la vida, las reformas nos permiten abrir nuevos retos y fronteras y eliminar algunos lastres. En este caso, probar a introducir prácticas en el primer curso de grado ha sido una gran apuesta; y la respuesta de todos nosotros, los alumnos, ha sido unánime: un gran éxito.
Encontrar aquello que te apasione, tu vocación, es una de las cosas más importantes en la existencia de una persona. Magisterio, enseñar, educar, debe estar dentro de ti. Yo lo siento no sólo como algo a lo que me voy a dedicar, sino como una forma de vida.
Cuanto antes descubras si lo que estás estudiando es tu pasión, a lo que te vas a entregar profesionalmente en cuerpo y alma, más beneficios para todos. ¡Y en nuestro caso que mejor manera de saberlo que vivirlo!
Hace mucho que siento que la educación infantil es lo mío. Yo que vengo de la rama de administración, harta de hacer balances y cuentas de resultados, ¡sólo porque todo el mundo me recomendó que tenía muchas salidas!, con 32 años me he liado la manta a la cabeza y he escuchado a mi corazón.
Aún así, en muchas ocasiones, la Universidad frena el frenesí del que antes hablaba: la novedosa vorágine universitaria, hacerte un hueco en un escenario desconocido, el primer curso (sobre todo el primer cuatrimestre) absolutamente teórico, los primeros exámenes,… y a todo esto debemos añadir la palpable incertidumbre del “Grado” presente en toda la comunidad universitaria. Podría asegurar que hasta el más “pintao” se ha planteado precisamente ¿qué pinto yo aquí? La pregunta se contestó, para bien o para mal, la primera semana de Febrero.
Me había planteado dejar la carrera, y puedo asegurar que no fui la única. Me asaltaron cuestiones tales como: esto no es lo mío, este no es mi sitio, nunca voy a conseguirlo,… Después, todas mis dudas se disiparon. Mi experiencia fue reveladora. Fue como si llevara algún tiempo viendo borroso y de repente me hubieran puesto las gafas adecuadas, con las que todo se ve totalmente nítido. Los niños, el ambiente escolar, los profesores me hicieron sentir cual es mi camino, donde estoy y que tengo que hacer para conseguir mi objetivo: SER MAESTRA DE INFANTIL.
Todos los días recuerdo con mucho cariño esa cortííísima semana de prácticas. Me pregunto como estará Miguelito, a quien le costaba mucho prestar atención, si Iker habrá aprendido a lavarse las manos él solo, si la “profa” Sagrario habrá hablado con los padres de Olaya, quien apenas sonreía, que cosas tan ocurrentes seguirá diciendo Abraham,… Seguro que seguirán pidiendo con tanto entusiasmo cantar la canción de las letras, y se reirán estrepitosamente con el cuento del conejito Jack.
Hoy tengo la vista fija en mi horizonte: poder enseñar y aprender en mi propia clase con otros Miguelitos, Ikers, Olayas, Abrahames,… Sé que el camino será largo, pero muy enriquecedor, ¡hay tanto que aprender! Como aperitivo, ya estoy deseando que lleguen las prácticas de segundo.
Almudena Bote Gómez
1ºA Educación Infantil. Campus de Toledo