Hace alguno tiempo, mi profesor nos planteó un reto: Estar 24 horas sin acceso a las redes sociales. Yo convencida de mí, opté por hacerlo. Pensé que sería fácil, son solo 24 horas…
¿Qué podría pasar?
El principio fue fácil, incluso me sentí relajada al estar alejada de tanta información. Pero según avanzaban las horas se iba haciendo algo intenso. Primero eso de no saber que están haciendo tus amigos, o si alguien especial te ha escrito. Es una incertidumbre que yo, hace unos años no creería hoy en día. En segundo lugar, el hecho de estar incomunicada era para mí una sensación totalmente nueva. Sin ser consciente que apenas unos años atrás, mi vida era así. Para quedar con tus amigos salías a la calle o directamente ibas a sus casas a pasarles a buscar. Contarles algo era a la cara como única opción. Muy complicado todo.
Me di cuenta de mi dependencia al teléfono y las redes sociales, pero también fui consciente de que la gente estaba tan enganchada al móvil como yo. Somos adictos a los mensajes, las llamadas, colgar imágenes sobre lo que hacemos en ese momento… esto se ha convertido en nuestro día a día, casi tanto como comer. También vi las cosas que nos perdemos, y el tiempo que invertimos usando estas dejando al lado cosas, que importan mucho más que estar todo el rato actualizando Instagram para ver la nueva imagen que ha subido tu amigo.
Puede parecer triste (un poco), pero también es la sociedad en la que vivo y crezco. Estamos virtualizados, y creo que ignorar esto nos puede ser casi perjudicial. Si, que personas tienen serios problemas con la dependencia al móvil y las redes sociales, que en muchas ocasiones emitimos mensajes que no son ciertos, una falsa realidad. Pero también reconozco las ventajas que nos proporcionan estas, y las fáciles que nos hacen las cosas en muchas ocasiones.
Rocío Morales Velasco 4ºB
Página web personal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por contribuir con sus comentarios a las entradas de nuestra Revista Digital.