La primera infancia, gracias a la plasticidad neuronal, se constituye como un estadio evolutivo vital para lograr tanto un crecimiento como una maduración y un desarrollo armónico. De ahí, que la Atención Temprana se configure, a través de la actuación interdisciplinaria o transdisciplinaria – que interviene de forma global e interpersonal sobre el niño con patología instaurada desde el nacimiento o con riesgo de padecerla, su familia y el entorno –; como el primer paso de una cadena preventiva y asistencial que busca – a través de la reducción del impacto de las discapacidades en el desarrollo infantil, la facilitación de la normalización de los procesos evolutivos y la atención de las demandas y necesidades tanto de la familia como del entorno en que vive el niño –; ofrecer un conjunto de acciones optimizadoras y compensadoras que permitan mejorar su calidad de vida entendida como: “Bienestar emocional, relaciones interpersonales, bienestar material, desarrollo personal, bienestar físico, autodeterminación, inclusión social y derechos” (Robert L. Schalock. Siglo Cero. Abril 1997. Mayo 1998).
Desde la década de los años 70, pero sobre todo, desde la década de los 80; en la concepción de este tipo de atención se abandonó el modelo médico centrado únicamente en la patología y/o sintomatología, a favor de un modelo que parte del paradigma bio – psico – social donde se busca aunar el bienestar y la capacidad de desarrollo del niño con la atención a la familia y al entorno, con independencia de cuál sea el ámbito desde el que se actúe: sanitario, social o educativo. Cambio que posibilitó, la creación del “Libro Blanco de Atención Temprana” (Real Patronato sobre Discapacidad. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Mayo 2002), como marco de referencia indispensable donde se señalan los principales criterios y acuerdos básicos que posibilitan cumplir con una de las principales finalidades de este tipo de servicio: dar una respuesta lo más rápida posible tanto a la población infantil de 0 a 6 años como a su familia y entorno.
De este modo, se concibe – a partir de este libro – la Atención Temprana como “el conjunto de intervenciones, dirigidas a la población infantil de 0-6 años, a la familia y al entorno, que tienen por objetivo dar respuesta lo más pronto posible a las necesidades transitorias o permanentes que presentan los niños con trastornos en su desarrollo o que tienen el riesgo de padecerlos”. Donde se busca: “reducir los efectos de una deficiencia o déficit sobre el conjunto global del desarrollo del niño; optimizar, en la medida de lo posible, el curso del desarrollo del niño; introducir los mecanismos necesarios de compensación, de eliminación de barreras y adaptación a necesidades específicas; evitar o reducir la aparición de efectos o déficits secundarios o asociados producidos por un trastorno o situación de alto riesgo; atender y cubrir las necesidades y demandas de la familia y el entorno en el que vive el niño; y considerar al niño como sujeto activo de la intervención”. Mediante intervenciones provenientes del modelo holístico que: “deben considerar la globalidad del niño, y han de ser planificadas por un equipo de profesionales de orientación interdisciplinar o transdisciplinar”; y que se guían por los siguientes principios básicos: “el diálogo, la integración y la participación; la gratuidad, la universalidad e igualdad de oportunidades; la interdisciplinariedad y alta cualificación profesional; la coordinación; la descentralización; la sectorización; y la coordinación interdisciplinar”. A través de tres niveles de actuación: primaria, donde se busca “evitar las condiciones que pueden llevar a la aparición de deficiencias o trastornos en el desarrollo infantil”; secundaria, cuyo objetivo primordial es la “detección y el diagnóstico precoz de los trastornos en el desarrollo y de situaciones de riesgo”; y terciaria que “agrupa todas las actividades dirigidas hacia el niño y su entorno con el objetivo de mejorar las condiciones de su desarrollo”.
Dentro de este amplio marco conceptual, se hace evidente que la Atención Temprana necesita converger alrededor de múltiples centros, servicios y unidades desde los ámbitos sanitario (Obstetricia, Neonatología, Unidades de Seguimiento Madurativo o de Desarrollo, Pediatría, Rehabilitación Infantil, Salud Mental, otras especialidades médicas…), social (Centros Base, Equipos Técnicos de Valoración, Centros de Desarrollo Infantil y Atención Temprana…) y educativo (Guarderías, Escuelas Infantiles, Colegios de Educación Infantil y Primaria…); para atender de forma efectiva las necesidades tanto de una población infantil de 0 a 6 años que presenta trastornos en su desarrollo o que tiene riesgo de padecerlos, ya sea por porque la estimulación natural no logra favorecer las adquisiciones básicas del desarrollo – factores ambientales –, o porque el niño no puede aprovechar adecuadamente esos estímulos del medio natural al existir una patología instaurada o riesgo de padecerla en un futuro – factores genéticos: pre, peri o postnatales –; como de sus familias. De ahí, la importancia de establecer una intervención centrada en las necesidades y demandas tanto de las familias como de los niños, donde siempre se tenga en cuenta los contextos sociales y los entornos naturales en que se desenvuelven – modelo ecológico: “la ecología del desarrollo humano comprende el estudio científico de la progresiva acomodación mutua entre un ser humano activo, en desarrollo, y las propiedades cambiantes de los entornos inmediatos en los que vive la persona en desarrollo, en cuanto este proceso se ve afectado por las relaciones que se establecen entre estos entornos, y por los contextos más grandes en los que están incluidos los entornos” (Urie Brofenbrenner. La Ecología del Desarrollo Humano. Editorial Paidós. 2002) –; posibilitando, de este modo, la integración en el medio de cada uno de ellos y ofreciendo a las familias, además del apoyo e información que necesitan, el papel activo que merecen como agentes facilitadores de la intervención llevada a cabo – modelo transaccional (Sameroff. 1983): “el desarrollo no es un proceso del individuo solamente, ni tampoco exclusivamente del contexto, sino una función compleja de la interacción del niño y del ambiente a lo largo del tiempo” (Juan Luís Castejón Costa, Leandro Navas Martínez. Unas bases psicológicas de la educación especial. Editorial Club Universitario. 2007) –; lo que sólo se logrará a través de la coordinación efectiva entre los diversos servicios implicados y de los profesionales que integren dichos equipos, donde el denominador común que guíe sus actuaciones sea: la eficacia en la atención al niño y a su familia.
Pero a pesar de los avances conseguidos en el campo de la Atención Temprana, aún queda bastante por hacer. En la actualidad, se deben afrontar nuevos retos donde se potencie su universalización y un marco normativo integrador que asegure tanto el servicio como la coordinación y cooperación de todos los agentes implicados en ella; se dispongan de protocolos homologados, fiables y estandarizados que posibiliten la optimización y eficacia del servicio; se regulen y mejoren las competencias profesionales; se potencie la investigación y la creación de nuevos modelos que garanticen el desarrollo óptimo del niño en entornos naturales; y se profundice y mejore en la calidad de la intervención con las familias, desde un marco verdaderamente ecológico – transaccional. Sólo de este modo, se favorecerá la creación de las condiciones óptimas que posibiliten conseguir la máxima normalización e integración de los niños – con necesidades transitorias o permanentes que presentan o tienen riesgo de padecer trastornos en su desarrollo – y de sus familias, en la sociedad.
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