El profesor Ricardo Fernández nos lanza este interesante reto que consiste en un ayuno digital de 24 horas desconectado del teléfono móvil y aquí os dejo mi experiencia la cuál recomiendo.
Comienzo mi ayuno digital de 24 horas que ha sido algo desafiante pero enriquecedor. Lo planeé con anticipación para un sábado, un día en el que pudiera desconectar sin que perjudicara mis compromisos de trabajo o familiares para poder realizarlo.
Al despertar, lo primero que sentí fue un impulso automático de coger el teléfono móvil, pero lo dejé apagado. Sabía que sería difícil romper el hábito de estar constantemente conectado, así que empecé el día dedicándome hacer cosas que normalmente no hacía: desayuné con calma, sin distracciones y observando más detenidamente los detalles a mi alrededor.
La mañana transcurrió lenta, ya que me dedique a realizar las tareas domésticas como cada sábado y tengo por costumbre poner música en el móvil para hacerla más llevadera y en ese momento fue cuando noté que me falta este dispositivo. Después de las tareas domésticas me puse a preparar la comida.
Ya por la tarde, disfruté el tiempo leyendo un libro que había pospuesto durante meses y que estaba pendiente, pero por falta de tiempo ahí estaba en la librería. A media tarde, mi mente seguía buscando notificaciones que no existían. Este fue uno de los momentos más difíciles del ayuno, donde sentí realmente el síndrome de abstinencia digital. Para combatirlo, aprovechando que hacía buen tiempo, salí a caminar y fue sorprendente notar cómo la falta de un teléfono me ayudaba a concentrarme en lo que me rodeaba: las personas en el parque, los sonidos y las conversaciones de la gente que me iba cruzando o el jugueteo y risas de unos niños que por allí estaba disfrutando del parque de juegos y que me hubiera perdido por llevar los auriculares puestos, ya que siempre que salgo a caminar o hacer recados voy con estos dispositivos puesto y que no me había dado cuenta a este momento el excesivo uso que hacía de ellos.
La tarde fue extrañamente larga, ya que no quise quedar con mis amigos para no tener que coincidir con gente que estuviera utilizando el teléfono móvil. Hubo un momento donde experimenté una sensación de calma y satisfacción al ver los resultados de mi tiempo invertido, sin la ansiedad de estar pendiente de un dispositivo. Hacia la noche, estuve viendo un poco de televisión y regrese al libro que había comenzado esa mañana y que estaba poniéndose muy interesante, cuando me di cuenta ya era muy tarde, ya que estaba tan inmerso con este libro que no me di ni cuenta de la hora que era y me marche a la cama a dormir.
Cuando terminó el ayuno al día siguiente y pude encender el teléfono me di cuenta que, aunque extrañé la conexión digital, también había ganado una conexión más profunda conmigo mismo.
Esta experiencia me enseñó que gran parte de la ansiedad diaria viene de la constante interacción con dispositivos, que en esas 24 horas, descubrí que el tiempo sin tecnología no solo es posible, sino que me ayudo a ver y apreciar cosas importantes que puedo hacer en mi vida y que con el uso excesivo del teléfono me estaba perdiendo.
Desde mi experiencia, os animo a todos y a todas a probar esta vivencia, ya que te das cuenta que te pierde cosas muy bonitas de tu entorno por esta pendiente del teléfono móvil.
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