La sexualidad humana es una dimensión formada por las
características biopsicosociales de cada persona, donde el funcionamiento
biológico y cognitivo de cada persona
interaccionan con el ambiente
sociocultural en el cual vive. De esta forma, le permiten construir patrones de
comportamiento para expresar su sexualidad en cada fase de su desarrollo, en
cada época histórica y en cada sociedad (Carballo 2002).
Desde siempre el ser humano ha
estado vinculado a la sexualidad,
formando parte la esencia de cada persona, permitiéndole sentir y comunicarse a
través de su cuerpo (Cerviño et al 2009 ). Por este motivo, en las sociedades actuales
como en las pasadas, la sexualidad ha estado presente en todas las esferas de
la vida y ha sido uno de los ejes de la configuración de la cultura y del ser
humano.
Tal y como reconoce Montejo (2012), las
sociedades prehispánicas no fueron una excepción, participaron en torno a la
organización social y la forma de ver e interpretar el mundo debido a que
poseían distintas concepciones de cómo actualmente es concebida. A pesar de que existen
diversos trabajos relacionados con el
tema, pocos investigadores han estudiado de forma exhaustiva esta cuestión debido
a que su estudio es mayoritariamente inédito (Rodríguez y López 2009). El por qué se ha dejado de lado tanto
tiempo la investigación sobre la sexualidad es debido a los prejuicios que de
su estudio se derivan, relegando su estudio al campo de la biología.
El estudio de la sexualidad trasladado
a los antiguos pueblos prehispánicos es muy complejo pues la ausencia de un único modelo a la hora de
concebir la sexualidad dificulta su vínculo con la cosmovisión y la organización de la vida
humana.
Los
grupos nahuas trataron la sexualidad desde la moderación mientras que los mayas
la hicieron de forma más fluida (Houston y Taube 2010). No obstante, ambos pueblos mediante la
sexualidad querían conseguir el bienestar de la sociedad. Por ello, para la correcta comprensión de
ésta en las antiguas sociedades mesoamericanas es esencial entender su
cosmovisión, pues ésta construye una red de significados en las que se
entreteje las concepciones sobre la sexualidad.
En Mesoamérica la cosmovisión se basaba en categorías duales opuestas que dividían
los espacios principalmente en partes masculinas, asociadas a lo luminoso y
caliente y partes femeninas, asociadas a lo oscuro y frío con el fin de complementarse para mantener
una armonía que equilibrara el cosmos (López Austin 1980).
El origen del cosmos residía en la religión, pues este se debía a seres o
energías sobrenaturales.
Entre los nahuas, la pareja esencial estuvo formada por las deidades
Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl dando origen a ese principio dual, mientras que
los mayas expresaban esa dualidad con las deidades Ixchel e Itzamná. Para
ambos pueblos, los principios femeninos y masculinos eran esenciales pues
conformaban una unidad cósmica y social (Montejo 2012).
Figura 3. La diosa Ixchel, expulsada de Tamoanchan, porta en su mano izquierda un excremento que representa la sexualidad y el pecado. Códice Telleriano-Remensis, (López Austin 2010)
Esta
dualidad del cosmos no se limitó a los procesos divinos, sino que también
comprendió aspectos de la organización de la vida humana como la división sexual; a partir de la cual se
diferenciaban los papeles femeninos y masculinos y se otorgaba mayor o menor
importancia a las actividades realizadas por hombres o mujeres en relación a
la división del trabajo (Rosales 2006). Igualmente para López Austin (2010),
encontramos una dualidad en la esfera política donde la división cósmica entre masculino y femenino se reflejaba en la doble
naturaleza de los cargos públicos.
Incluso en la propia biología del sexo, destaca la pertenencia de la
sexualidad al sector femenino del cosmos, donde la sexualidad se asociaba a lo
terrenal, frío, muerto y oscuro del vientre preñado, mientras que el semen, ya
corrupto, servía para crear una nueva vida.
Luis Miguel Romo Castañeda
Referencias
bibliográficas
Carballo,
S. (2002). Educación de la expresión de la Sexualidad Humana. Revista Educación, 26(1), pp. 29-46.
Cerviño, M.,
Hernández, G., Moruno, T., Varilla, M., Moral, M., Lorenzo, A. y Blaya, R.
(2009). Coeducación: dos sexos en un solo mundo. Madrid:
Ministerio de Educación, Política Social y Deporte de España.
Houston, S. y Taube, K.
(2010). La sexualidad entre los
antiguos mayas. Revista de Arqueología
Mexicana, 104, pp. 38-45.
López
Austin, A. (1980). Cuerpo
Humano e Ideología. Las Concepciones de los Antiguos Nahuas. México: Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad
Nacional Autónoma de México.
López Austin, A. (2010). La sexualidad
en la tradición mesoamericana. Revista de
Arqueología Mexicana, 104, pp. 26-37.
Montejo Díaz, M. (2012). La
sexualidad maya y sus diferentes manifestaciones durante el periodo clásico (Tesis
Doctoral, Universidad de San Carlos de Guatemala). Recuperado de http://www.biblioteca.usac.edu.gt/tesis/14/14_0469.pdf.
Rodríguez, M. y López. (2009). Antropología y
arqueología de la sexualidad: premisas teóricas y conceptuales. Contribuciones desde Coatepec, 16, pp.
77-89.
Rosales,
A. (2006). Género, Cuerpo y Sexualidad:
Un estudio diacrónico desde la Antropología Social (Tesis Doctoral,
Universidad Autónoma Metropolitana de México). Recuperado de http://tesiuami.izt.uam.mx/uam/aspuam/presentatesis.php?recno=13993&docs=UAMI13993.pdf.Fuente de imagen 1 2