El artículo de Gerardo Echeita plantea una serie de ideas que fomentan el análisis y la reflexión sobre diferentes aspectos relacionados con el proceso de inclusión educativa, realizando un contraste con los procesos de exclusión educativa y social que arroja luz y claridad a la hora de comprender ambos conceptos.
Así, el autor manifiesta que el estado de los sistemas educativos de los países con mayores recursos económicos se puede equiparar y comparar con la educación de aquellos países que cuentan con una menor riqueza y escasos recursos económicos. A pesar de la diferencia social y económica de estos contextos, en ambos sistemas educativos existen alumnos y alumnas en riesgo de exclusión social que experimentan graves situaciones de pobreza y marginación; los cuales ven truncado su derecho a la educación y su oportunidad de escapar del círculo de reproducción de la desigualdad. Se trata del caso de nuestro país, que a pesar de contar con mayores recursos económicos que las zonas más pobres de África, mantiene el esquema de desventaja y desigualdad que condena a una amplia parte de la población infantil a la exclusión social.
De este modo, la exclusión educativa se constituye como la antesala de la exclusión social. Cierta parte del alumnado vive durante su formación académica el cambio por diferentes programas "especiales" creados para compensar sus dificultades o limitaciones escolares, lo que responde a un proceso de exclusión educativa. Así, el sistema educativo introduce a estos alumnos y alumnas en un bucle de exclusión socioeducativa que impedirá su inclusión y su participación activa en la sociedad de forma adecuada.
De acuerdo con el autor, es necesario abandonar la idea de integración, la cual supone que los alumnos/as deben acomodarse a los patrones establecidos, manteniendo los pilares del sistema y reproduciendo su situación de marginación y exclusión desde el interior del mismo. La inclusión educativa, por su parte, trata de reconocer de forma global los derechos de todos los alumnos y alumnas como estudiantes y ciudadanos/as; independientemente de sus diferencias y diversidades, ofreciéndoles una educación de calidad.
Es necesario que el sistema educativo tome un enfoque diferente que impulse la inclusión de todo el alumnado. Por ello, debemos defender el proyecto de sociedad que deseamos, luchando para reducir la exclusión social y educativa, fomentando una educación y unas prácticas educativas más inclusivas que solucionen la situación de exclusión escolar y social que vivimos en la actualidad. Sin embargo, conseguir una verdadera educación inclusiva es una ardua tarea, que implica considerar una gran diversidad de puntos de vista o enfoques que se complementan entre sí.
Debemos tener en cuenta que la consecución de un sistema educativo inclusivo no depende únicamente de la escuela. En este proceso intervienen una amplia variedad de procesos interdependientes ajenos a la escuela que inciden e influyen directamente en ella, tales como los procesos socioeconómicos y la realidad económica de la población, la demografía de las áreas en las que la escuela se encuentra, las culturas e historias de la población a la que la escuela atiende o la calidad de la formación del profesorado para hacer frente a la diversidad del alumnado. Por ello, si pretendemos conseguir una educación inclusiva debemos considerar la existencia de una gran diversidad de perspectivas que tratan de explicar la inclusión en el ámbito educativo.
De acuerdo con el autor, la naturaleza de la educación inclusiva posee numerosas paradojas y contradicciones que impiden su fortalecimiento. Aspirar a una educación inclusiva se constituye como una tarea compleja, ya que deseamos ofrecer una educación común para todos, en espacios y contextos comunes; pero personalizada a las diferentes necesidades y características de cada estudiante sin caer en la etiquetación ni discriminación de los alumnos y alumnas. Para ello, Echeita sostiene la importancia del enfoque ecológico de la educación, a través del cual cada comunidad educativa tiene la autonomía de definir y concretar sus acciones para conseguir la inclusión educativa, todo ello supeditado a su contexto, su cultura escolar y sus diversos condicionantes.
El autor manifiesta la importancia de considerar el valor y los derechos de los estudiantes en riesgo de exclusión o marginación si pretendemos conseguir una educación que verdaderamente sea inclusiva y de calidad para todos los alumnos y alumnas de nuestro sistema educativo. Escuchar la voz y las opiniones que los más débiles tienen al respecto puede contribuir a la participación y al conocimiento de aquello que les afecta y, por tanto, conducir hacia la mejora del sistema educativo.
Desde mi punto de vista, de acuerdo con la opinión del autor, para entender adecuadamente el concepto de educación inclusiva debemos considerar la importancia de los diferentes puntos de vista o enfoques que han desarrollado este concepto; los cuales se complementan entre sí. Así, consideraremos la relevancia que las disciplinas sociológica, filosófica, pedagógica y psicopedagógica poseen en el proceso de equidad e inclusión socioeducativa. Conseguir una educación inclusiva, como hemos podido comprobar a lo largo del artículo, no es una tarea sencilla. Sin embargo, como docentes y como ciudadanos/as debemos luchar para conseguir el reconocimiento de las diversidades y las diferencias de las personas como fuente de enriquecimiento y aprendizaje; y para eliminar de una vez por todas las invisibilidades que las personas marginadas o en riesgo de exclusión viven, atendiendo a su derecho inalienable de convivir con sus iguales y formar parte de un sistema educativo basado en la equidad, la inclusión y el respeto hacia todos sus componentes.
Belén Torres Martínez
Grado en Maestro/a de Educación Infantil
Atención Educativa a las Dificultades de Aprendizaje (UCLM - 17/18)