Parece ser que la posible involución del ser humano nos interesa cada vez más, no hay más que echar un vistazo a diversos debates en televisión.
Nos preocupa que nuestra "edad de oro" sea eso, un punto en la línea del tiempo, que hayamos tocado lo más alto y estemos descendiendo y volviendo a nuestros orígenes pero, ¿es eso cierto?
No es necesario recurrir a investigaciones para darse cuenta de la creciente dependencia del hombre a sus creaciones, las nuevas tecnologías.
Lo que en principio iba a servir de herramienta de ayuda en la vida cotidiana se está convirtiendo en un elemento indispensable y esto puede ser interpretado de dos formas:
Esta dependencia implica un cambio radical en la vida del ser humano, un paso más hacia el progreso. La otra interpretación, menos optimista y en mi opinión la que más se ajusta a la realidad, es que esta dependencia resulta bastante peligrosa para el desarrollo de nuestras capacidades, es decir, puede privarnos del desarrollo intelectual que nos facilitaban los métodos tradicionales.
Tomando como muestra dos hombres de la misma edad pero distinta época, se podrían ver diferencias claras: El hombre de una civilización clásica, como Grecia poseía gran capacidad de razonamiento lógico, mientras que un hombre en un futuro no muy lejano no sería capaz de realizar operaciones matemáticas de un nivel medio de complejidad, si tenemos en cuenta que la utilización de las nuevas tecnologías va en aumento.
Esta hipótesis, que es muy posible que se cumpla, ha de hacernos replantearnos el modo de utilización de estos gadgets: ¿Son indispensables para vivir? Si hace unas décadas no existía esta clase de aparatos, ¿por qué ahora no podemos vivir sin ellos?
Lo que está claro es que si seguimos este ritmo, es posible que llegue el momento en el que no sepamos comunicarnos de otro modo que no sea detrás de una pantalla. Así que, ¿estamos o no estamos involucionando?
Alba Benito Rodríguez 2ºB