Llevo tiempo diciendo que la educación no puede ser objeto de reforma, de parches, cada vez que cambia el signo político del gobierno, ya sea en el Estado o en las comunidades autónomas; que no hay sistema que lo resista; que era imprescindible conseguir un pacto por la educación consistente y duradero.
Y aquí estamos fuera de juego, en el dilema de que lo que se tenía que haber consensuado en su momento quizá haya que reformarlo con o sin el consenso deseable. Porque el actual sistema educativo tiene claras deficiencias que afectan a nuestro futuro.
Resulta que la actual situación socioeconómica, la macro crisis que estamos padeciendo no da margen a más retrasos y dilaciones. El pacto por la educación debe hacerse ya y rápido, aparcando egoísmos partidarios (de todos los sectores) porque nos implica a todos: no solo a los partidos políticos, sino a la sociedad civil en su conjunto, ya que todos, de una u otra forma, en uno u otra ámbito, somos comunidad escolar: profesorado, familias, instituciones, actores sociolaborales, medios de comunicación…
Y ¿cómo empezamos?, pues muy fácil: abordando en primer término cuáles son las causas que han generado las enfermedades que hoy padecemos: Por qué nos estamos planteando que la autoridad del profesor tenga rango de ley y qué responsabilidad en ello tienen determinados profesores, determinadas familias, algunos mensajes que trasmiten los medios de comunicación, algunos representantes de la administración… por qué se han perdido o deflactado algunos valores como el respeto ( y la culpa que ello tiene la absurda y perniciosa práctica del “coleguismo”, de la nivelación de roles sin medir sus consecuencias), el esfuerzo, el compromiso, el afán de superación…; cómo se ha llegado a los índices insoportables de fracaso escolar, por qué ese divorcio entre escuela y empresa…
Hecho el análisis y realizada la evaluación, deberemos plantearnos a dónde nos han llevado las brillantes ideas y la absurda priorización de necesidades educativas: ordenadores portátiles para todos, pantallas digitales, libros de préstamo gratuitos y universales, falta de adecuación del sistema de acceso a la carrera docente, subvenciones para actividades de todo tipo: semanas blancas y verdes, extraescolares de pilates, chino…, estudios absurdos que no llevan a nada, becas sin exigencia, matrículas para alumnos que tardan 8 años en terminar la carrera… Y analizado esto, ¿qué nivel de idiomas tienen nuestros escolares?, ¿qué nivel de lengua- comunicación-? ¿ se está dando la importancia que tiene a las habilidades sociales?, ¿se está educando la cultura del esfuerzo (emprendeduría, incentivación de los logros a través de la constancia y el compromiso)… Y estos valores también son aplicables a algunos padres (la conciliación de vida laboral y familiar requiere esfuerzos añadidos) y a algunos docentes.
Porque no olvidemos que no hay mayor desigualdad que la igualdad. ¿Tiene sentido que los libros sean gratis para todos y, además en préstamo, que los alumnos no pueden manipular, ni subrayar… con el efecto desmotivante que conlleva? Ni un solo alumno sin libros de texto, y gratuitos y en propiedad para quienes no puedan costearlos; ambiciosa política de becas para que a nadie se le niegue el derecho a la educación, pero con responsabilidad de rendimiento. Tampoco el Estado puede mantener matrículas subvencionadas a quienes se toman la Universidad como un período interminable de “vida de estudiante”…
La carrera docente debe variar y los mecanismos de acceso a ella también; incentivar mucho más a los buenos profesionales y pedir responsabilidades a los que no lo sean tanto, los menos, pero también los hay, como ocurre en todos los sectores; no penalizar la juventud frente a la experiencia, ambas pueden convivir; la introducción del PIR (algo similar la MIR de los médicos); formación permanente evaluable; no confundamos estabilidad con perpetuidad: estamos hablando de educación; adaptar los planes de estudio a lo que se va a enseñar y la metodología a la que se va a precisar. Una carrera, como toda profesión, empieza cuando se acaban los estudios: LA REALIDAD DEL DÍA A DÍA.; equiparación de sueldos pública y concertada…
Una llamada a la sensatez.