Sahara. Hay veces que las consecuencias de tus decisiones te llevan más allá de lo que tú nunca hubieras podido llegar a imaginar. Así comienza la aventura, con la decisión de por qué no viajar a los campamentos de refugiados saharauis en Argelia. Hay miles de sitios en el mundo para visitar, pero este era el que nos llevaba esperando mucho tiempo.
Me llamo Belén y hace dos años empezó para mí una aventura, que ya no tiene marcha atrás.
Al aterrizar en Tindouf me di cuenta, que cuando regresara a España no sería la misma persona que había llegado a aquel aeropuerto militar.
El primer contacto con nuestras familias de acogida, fue bastante impresionante, no hablaban muy bien español, eran las 5 de la mañana y aunque llevábamos un día muy duro las ganas de dormir se habían quedado en Barajas, pero pronto empezamos a darnos cuenta cómo esa familia empezaba a ofrecernos todo lo poco que tenían.
Los días se fueron sucediendo y poco a poco pudimos ver como aquella cultura y aquellas gentes que nos resultaban tan lejanas empezaban a formar parte de nosotros mismos y sin darnos cuenta, nosotros convirtiéndonos en saharuis de corazón como les gusta llamarnos.
Los colegios no están equipados con grandes pizarras ni grandes pupitres, son aulas que hay que barrer cuando se sale al patio porque la arena se hace dueña de todo lo que toca. Los maestros hasta estos últimos años simplemente eran voluntarios que se ofrecían a enseñar lo que sabían, por lo que las metodologías y las didácticas apenas resonaban en aquellas aulas. Pero poco a poco y con el esfuerzo de todos se van viendo pinceladas de superación y esfuerzo por parte del gobierno y del pueblo mismo.
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Intentar reflejar en unas líneas lo que significa haber convivido con Saharauis en los Campamentos de Refugiados en Argelia, es imposible, porque es un pueblo que no ves con los ojos, es un pueblo que sientes con los ojos del alma. He tenido el privilegio de convivir en un desierto donde no crecen árboles ni plantas pero que florecen personas, personas que me han hecho cambiar el cristal con el que miraba al mundo, un mundo que nos parece tan utópico de cambiar pero que si trabajamos un poquito más de lo que nos creemos capaces podemos modificar, o como diría Ghandi, debemos ser el cambio que quieren ver en el mundo.
Explicar el conflicto del pueblo saharaui, se resume en la palabra injusticia y os invito a remover un poco la conciencia e indagar que pasó hace ya más de 35 años.
Cuando vives en un lugar en el que la cárcel no significa celdas infranqueables sino infinito desierto, te enseñan que no todo está perdido, que existe un futuro mejor, pero que hay que trabajar muy duro para conseguirlo, porque ofrecer no significa derroche sino agradecimiento.
Despedirse siempre es difícil y más aún cuando tienes la continua sensación de que aún no te has ido, dicen que la distancia entre la verdad y la mentira es la de los cuatro dedos. Cuatro dedos es lo que separa el oído de nuestros ojos, lo que te contaron puede que no sea verdad, pero lo que has visto, es la verdad que tu cuerpo guarda. Y esta es mi verdad, solo me caben en la boca palabras de agradecimiento, a mis padres por apoyarme a pesar del miedo a lo desconocido, a mis compañeros de viaje por estar siempre al lado cuando lo necesitaba, a mi otra familia, esa que vive un poco más lejos, pero que no puedo olvidar ningún día, por hacerme sentir como en casa, por cuidarme y enseñarme que la vida es un regalo y hay que luchar por ello y al destino o a quien quiera que mueva los hilos de esta vida por haberme dado el privilegio de poder viajar a la tierra donde no está el Sahara, pero están los saharauis.
SHUKRAM. Gracias
Belén Moreno (1º A de Educación Infantil)
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