Echando un vistazo superficial sobre los ejemplares aquí expuestos se aprecia que reina la variedad en aspectos externos, tales como tamaño y formato, tipo de pastas, clase de papel, tipo de letra, etc. O incluso con anexos variados (muñequitos, música, pegatinas...). Pero estas diferencias son cuestiones secundarias.
Más importantes –al tratarse de un libro infantil– son las ilustraciones: la diversidad en los estilos y técnicas nos hablan de las infinitas posibilidades icónicas del relato a la hora de que los ilustradores le interpreten.
Pero, con todo, lo principal es el tratamiento del contenido, cuestión que, lógicamente, sólo se puede descubrir con la lectura de cada uno de los cuentos. Las variantes entre unos y otros van desde cuestiones que afectan al tratamiento de los personajes, a su número, a la solución final del conflicto, a los espacios y tiempos en los que transcurre, pasando por el tono general e incluso el género literario, sin olvidar pequeños detalles del argumento, aunque parezcan insignificantes.
Y es que el cuento de CAPERUCITA se ha apuntado, cómo no, a la tendencia de la literatura infantil actual de dar la vuelta a determinados viejos clichés: por eso nos podemos encontrar “Caperucitas perversas” frente a “lobos buenos”, por citar sólo un ejemplo de dinamitación de los presupuestos clásicos.
Pero no caigamos en la tentación de pensar que estas profundas modificaciones sólo se dan en nuestros días. Ya se pueden apreciar cambios desde los orígenes mismos, en las primeras versiones literarias.
Charles Perrault publicó en 1697 su Histoire ou contes du temps passé también llamada Contes de Ma Mere L´Oye en la que incluía LE PETIT CHAPERON ROUGE. Es la primera versión literaria del mito e iba dirigida a las jovencitas de la corte del Rey Sol con una clarísima intención didáctica y una expresa moraleja. Por eso la historia acaba mal: en el vientre del lobo.
En 1812 Jakob y Wilhelm Grimm publican Kinder-un Hausmärchen, colección de cuentos de la que formaba parte ROTKÄPPCHEN. La niña se ha hecho más discreta pero sigue cayendo en el error y necesita un hombre que la salve, papel que asumirá el cazador. Es la versión edulcorada que mayormente ha llegado hasta nosotros.
Pero nos preguntamos: ¿son estas dos famosas versiones de CAPERUCITA producto exclusivo de la creatividad de sus respectivos autores? Lo más probable es que Perrault se inspirase en tradiciones de la Francia profunda, tal como lo avala un testimonio que, aunque recogido mucho después –tras una larga transmisión oral–, tiene todo el aire de haber precedido a la versión de fines del s. XVII. Se trata del luego llamado El cuento de la abuela, extraño relato en el que la niña se come a la anciana, servida por un bzou (hombre-lobo).
Investigaciones diversas han descubierto en Italia y otros lugares europeos relatos muy similares, lo que prueba las relaciones que mantienen los temas populares, que aparecen recurrentemente dentro del continente. Y por si fuera poco existen testimonios reales: se conoce el caso de un personaje llamado Stubbe Peeter que en 1589 fue juzgado en Bedburgo (Alemania) y ajusticiado por prácticas licántropas. Sorprendentemente también se han encontrado conexiones hasta en lugares tan alejados como China (en oriente el lobo se sustituye por el tigre).
En lo que concierne a los Grimm, en un principio tenían un objetivo claro con sus cuentos: divulgar el folklore (en ediciones posteriores ya se aprecia el giro que adoptan al comprobar el filón que estaba siendo la recepción infantil de sus relatos). Precisamente para cumplir su primer objetivo se destacan sus viajes y contactos con gentes del medio rural: y así, por ejemplo, en la zona central de Alemania, en Marburgo, la caperuza era una prenda popular. Aunque también se admite que el cuento que nos ocupa podría haberles sido relatado por una amiga, Marie Hassenpflug, de origen hugonote y que, por ello mismo, pudo haber conocido de primera mano la versión de Perrault, importándola a Alemania.
Desde la irrupción del psicoanálisis CAPERUCITA se ha convertido en uno de los bocados predilectos para interpretaciones simbólicas, añadidas éstas a las de los estudiosos del folklore. Fromm y Bettelheim son los más conocidos, pero no los únicos. La caperuza, el rojo, el encuentro lobo-niña en la alcoba de la abuela... se interpretan en clave psicológica-sexual. También hay interpretaciones astronómicas: CAPERUCITA es el sol desde el orto al ocaso (extraña simbología de la que se hace eco una de las versiones japonesas del libro colectivo aquí expuesto). Otras veces se echa mano incluso de lo escatológico: la niña se libera del peligro pretextando una necesidad de evacuar (elemento que, por cierto, aparece en la versión en gallego aquí recogida).
En definitiva y por no alargarme más: CAPERUCITA es algo más que un cuento de hadas, es un mito que subyace en nuestro inconsciente colectivo y que nos enfrenta a ciertas contradicciones internas como si actuase a modo de espejo.
Quizás por todo ello hace tiempo que dio el salto desde la literatura y viene siendo utilizada como icono publicitario pues los especialistas en técnicas para el consumo son conscientes de la atracción que desprende la explosiva combinación de inocencia y seducción que encarna esta niña vestida de rojo.