Ojalá que al fin de nuestra carrera (nuestra carrera no termina
cuando nos titulamos, nuestra carrera terminará cuando dejemos de correr),
nuestras huellas, las que dejamos y las que nos dejen, serán huellas
constructoras. Porque hay huellas y huellas, y no todas son iguales.
Toda educación es una tarea de perfeccionamiento. La pedagogía
tradicional no se ha equivocado al poner el foco en el alumno como el más
necesitado, pero ha dejado incompletas sus reflexiones. Y del mismo modo que
hay que atender al alumno, hay que atender al maestro, aunque el tipo de
atención sea distinto. Cada uno de nosotros, educadores, lo sepamos o no,
caigamos o no en la cuenta de ello, al educar somos educados.
La relación entre maestro y alumno es una relación limitada en el
tiempo, empieza un día y otro día acaba. Es raro encontrar casos en que ambos
compartan más de un curso o un ciclo educativo. Así está establecido en nuestro
sistema y es bueno que sea así, bueno para los dos, para el maestro y para el
alumno. La relación termina, pero sus efectos no. Trabajar el corazón es tarea
para toda la vida.
Sabemos que la vida solo adquiere sentido cuando se emplea en una
empresa que merece la pena, una empresa a la que poder entregar lo mejor de
nosotros mismos.
ALICIA SÁNCHEZ HIERRO. 2º Primaria B.
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