He tenido la suerte de hacer una estancia en la Universidad Tecnológica de Pereira (Colombia), durante más de un mes. Ha sido una experiencia maravillosa, traigo mi maleta llena de trabajo, proyectos, amigos y un buen ramillete de emociones.
Pereira es una
ciudad bella, llena de naturaleza, cultura por cada esquina, ruido, vida y
café, mucho café (es la ciudad principal del eje cafetero). Y no, no he visto
droga, ni violencia, ni corrupción, ni narcotraficantes, aunque sí he visto
muchas desigualdades sociales, pobreza y miedo. Miedo que es la emoción que
utilizan algunos para el sometimiento de la gente del pueblo. Pero no vine a juzgar
su condición social, política o ética. Vine a aprender y compartir.
La Universidad Tecnológica de Pereira, es una universidad pública, enorme, con grandes instalaciones, sus cuadros o adornos son la espectacular vegetación que les rodea y les cobija (dentro de la Universidad está el jardín botánico de la ciudad) y con una intensa vida académica de noche y de día. Cientos de alumnos pasean entre caminos y edificios, en una mano llevan la mochila y en la otra llevan una caja de plástico llena de “chuches” o alimentos para vender entre sus compañeros (es la forma que tienen de pagar sus estudios).
Llegan en
autobuses viejos o en moto, muchísimas motos, llegan a las primeras clases de
las 6 de la mañana o llegan por la tarde, si tienen que trabajar, hasta las 10
de la noche. Siempre hay eventos, siempre hay alumnado organizando actividades,
bien sea una donación de sangre, una reivindicación, o un encuentro con
escolares. Es una juventud viva, con ganas de triunfar, con deseos de luchar
por un futuro mejor. Por supuesto que el covid les ha afectado mucho, pero no
tienen demasiado tiempo de pensar en penas, sólo en ayudar económicamente en
casa y estudiar. He tenido que aprender a saludar a toda persona que se cruzaba
en mi camino, he tenido que aprender a decir buenos días a cada paso, he tenido
que aprender a abrazar como ellos abrazan y he saboreado el respeto con el que
te nombraban “querida profesora”. He disfrutado dando clase en Grado, Máster y
Doctorado. Hemos reído, bailado y aprendido juntos, unos de otros.
El profesorado
que me ha acogido, y que ya forma parte de mi familia, me han dado una gran
lección de profesionalidad, vocación, actitud y sobre todo, voluntad. Trabajan
durante todo el día y casi toda la semana. Yo protestaba diciendo que los
sábados y domingos son para descansar y estar con la familia, pero cuando no
teníamos clase de maestría o máster, teníamos congreso en otra ciudad, o un
acto protocolario.
Otro de mis campos de trabajo ha sido dar ponencias, y no tengo más remedio que volver a hablar de interdisciplinariedad y trabajo en equipo, porque los profesores de una universidad comparten y entablan relación con el resto de los profesionales de las otras instituciones universitarias, sean públicas o privadas. Se ayudan, están en constante comunicación, investigan juntos y se prestan lo que necesiten. En este caso, el “préstamo” fui yo y me fueron presentando a las distintas instituciones, dando ponencias en cada una de ellas: Universidad Uninorte, Universidad Católica, Universidad Confamiliar, Universidad Libre, Universidad Nacional a Distancia y Universidad Cooperativa. Y de estos encuentros me he traído un montón de proyectos, investigaciones y algunos convenios de colaboración.
Recorríamos muchísimos kilómetros para acceder a la selva y visitar escuelitas donde sólo había una maestra, o varias aulas con niños/as uniformados, que sonreían ante la sorpresa de nuestra llegada. Estas escuelas tenían construcciones aceptables pero ningún recurso dentro, sólo la creatividad del maestro o maestra para llenar esas paredes vacías o improvisar materiales elaborados con productos que encontraban por allí.
No estoy recriminando nada porque cuando tienes las manos vacías, una gran responsabilidad, nulo reconocimiento social, un sueldo pobre, miedo a denunciar a un padre que abusa de su hija y temor a las familias por las denuncias constantes, entonces te das cuenta de que mucho valor debe tener un docente, en Colombia, para hacer las cosas bien. Intenté dejar mi granito de arena hablándoles de maestro eficaz o comunicación emocional. No sé si lo conseguí, pero fue un rato muy rico.
Pero sí vi algo muy especial: la labor del alumnado que llegaba de prácticas pedagógicas. Estos aportaban, gracias a la Universidad Tecnológica, lo que cada aula rural necesitaba: que la profe necesita refuerzo en lengua inglesa, allí estaba el estudiante que mejor manejaba la didáctica del inglés; que no tenían computador, allí estaba la alumna con su computador y miles de recursos; que la mayoría de los alumnos/as eran indígenas, pues allí estaba el alumno de prácticas que era de origen indígena y que se estaba especializando en la cultura indígena. Eso sí, cada grupo de 10 practicantes tenía una tutora, a jornada completa, que los acompañaba, asesoraba e incluso participaba de las actividades de los distintos centros. Ole por las prácticas pedagógicas de la UTP.
Podría hablar de muchísimas cosas más; de los centros infantiles de 0-3, de la etapa de transición (5 años), que lo llaman curso cero porque tienen que aprender a leer y escribir antes de entrar a Primaria. Podría hablar de que un profesor/a de Primaria tiene que dar todas las asignaturas, incluido inglés o educación física (yo he visto a un maestro con muletas dar clase), o que no tienen ningún profesor más, por tanto, si se ponen enfermos o tienen que ir al médico, los alumnos/as se van a casa. En fin……fui demasiado comedida cuando tuve el encuentro con la viceministra de educación.
Pero quiero hablar de lo bien que se come en Colombia, de su eterna primavera, de lo barato que están los precios para mí (no para ellos), de que allí una profesora con título de Doctora es como una diosa, de lo que me han cuidado en el hotel, en la calle, en las distintas universidades, de que he visitado el Valle del Cocora, Salento, Filandia, y hasta me he bañado, de noche, en los Termales de Santa Rosa, de la calidad humana de la gente y de que me voy con agujetas en mis mofletes de tanto sonreír y agujetas en mis brazos de tanto abrazar.
Gracias a mi Universidad por brindarme esta experiencia. Experiencia necesaria para seguir aprendiendo, para sentir nuevos vientos, para crear sinergia en cualquier parte del mundo, para compartir lo aprendido y lo que queda por aprender. Puri
Purificación Cruz Cruz
Profesora del Departamento de Pedagogía en la UCLM.
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