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martes, 11 de enero de 2022

COMUNIDADES DE APRENDIZAJE: Resolución de conflictos

Las Comunidades de Aprendizaje son proyectos de transformación social y educativa, que comienzan en la escuela y trascienden a toda la comunidad. Estos proyectos se basan en 7 Actuaciones Educativas de Éxito respaldadas y clasificadas como tal por la Unión Europea, orientadas a lograr eficiencia, equidad y cohesión social, utilizando la educación como medio para llegar a tal fin. Es importante no confundir las CdA con programas o metodologías. 

A continuación, comparto un vídeo en el que Rafael Layón, padre y voluntario en el colegio "La Paz" (Albacete), hablando sobre su reinserción social gracias a una profesora de la CdA, en la Comisión Europea:


     Como conclusión del vídeo, cabe destacar que estos proyectos de Comunidades de Aprendizaje, se desarrollan en barrios conflictivos, marginales, en los que hay personas en riesgo de exclusión social...

 

     Las Actuaciones Educativas de Éxito que se llevan a cabo en las CdAs están abaladas por la Unión Europea, ya que se ha demostrado que contribuyen a mejorar el aprendizaje y la convivencia en el centro educativo. Las 7 A.E. E son: 

  • Grupos Interactivos 

  • Tertulias Dialógicas 

  • Participación Educativa de la Comunidad 

  • Biblioteca Tutorizada 

  • Formación de Familiares 

  • Formación Dialógica del Profesorado 

  • Modelo Dialógico de Convivencia 

ESCUELAS PACIFÍSTAS Y RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS

 

     En algunas escuelas entran "voluntarios" para ayudar al profesorado en las aulas. Ellos no dan discursos moralistas, ya que no surten  ningún efecto, simplemente trabajan con los educandos. Cuando estos se sienten atendidos y ven que aprenden, se genera un ambiente de colaboración en el que también es posible comentar los problemas de comportamiento que había anteriormente. A partir de ahí, comienzan a organizarse grupos interactivos, en los cuales los alumnos son mezclados en equipos donde se ayudan mutuamente y reciben la ayuda de una persona adulta por grupo. Tienen la sensación de aprender y de estar atendidos y construyen la solidaridad entre ellos desde la base. La paz obtenida no se obtiene al imponerla, sino que es asumida como requisito necesario para continuar con esa transformación del aula.

 

     Los grupos interactivos forman parte de un proceso global de transformación de escuelas en comunidades de aprendizaje que pretende lograr, conjuntamente, entre voluntarios y docente, las capacidades necesarias para evitar la exclusión social en la sociedad del conocimiento y superar los problemas de convivencia. Como ya hemos dicho antes, algunas de las personas voluntarias son de etnia gitana o presidiarios lo que les impacta especialmente por venir de quien vienen.

DEL MODELO DISCIPLINAR AL MODELO DIALÓGICO DE PREVENCIÓN Y RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS

     Desde la sociedad industrial, el modelo más extendido para hacer frente o evitar la conflictividad en los centros educativos ha sido el modelo disciplinar, basado en unas jerarquías establecidas y el papel de una autoridad (el profesorado), en quien recae la responsabilidad de mantener la convivencia.

 

     En este modelo, las normas son definidas y establecidas por parte de las figuras que ostentan la autoridad. El profesorado y la institución a la que representa imponen una normativa diseñada sin la participación del alumnado. Esta normativa se aplica verticalmente, de arriba abajo, es decir, la autoridad toma las decisiones y las demás personas deben comportarse de acuerdo con las mismas.

 

    En la sociedad industrial, el modelo disciplinar encajaba con el funcionamiento del resto de instituciones. Por ejemplo, el "cabeza de familia" (hombre) tenía la autoridad y decidía qué se veía en la televisión o qué horarios hacían los hijos e hijas; o la autoridad del médico tampoco se cuestionaba. En la sociedad de la información las jerarquías no desaparecen, pero son cuestionadas y se ven interpeladas continuamente. Si no estamos de acuerdo con un médico solicitamos una segunda opinión. Las y los adolescentes negocian sus planes y horarios y las familias, mucho más diversas, no se sientan alrededor de un televisor a ver

lo que el hombre de la casa decide con el mando. En este sentido, las personas participan y dialogan para decidir conjuntamente en diferentes ámbitos de la vida cotidiana, incluyendo la negociación de planes y comportamientos en la familia, o el cuestionamiento o búsqueda de segundas opiniones en medicina.

 

     Por este motivo, el modelo disciplinar no puede funcionar en la sociedad actual. Aunque es frecuente escuchar propuestas para devolver a la escuela y al profesorado una autoridad cuestionada, no podemos pretender que esto —contrario al funcionamiento general de la sociedad actual— baste para reducir los conflictos y garantizar la convivencia en los centros.

 

     Por otro lado, para garantizar el cumplimiento de las normas, el modelo disciplinar adopta sanciones contra quienes las infrinjan o tengan conductas disruptivas. Las medidas pueden consistir, entre muchas otras, en la suspensión de la asistencia de clase durante unos días, la derivación a programas alternativos o la expulsión del centro.

 

   Las medidas sancionadoras y descalificadoras frecuentemente tienden a etiquetar a determinados alumnos y alumnas que ya sufren una estigmatización (como el alumnado gitano o de minorías étnicas, alumnado en zonas pobres, etc.) como "conflictivos", "violentos" o "torpes" y refuerzan estereotipos y bajas expectativas hacia ellos, que van internalizando como propias las características que se les atribuyen. Además, sean de tipo temporal o permanente, estas medidas incrementan las dificultades del alumnado por distanciarlos del ritmo de aprendizaje de sus compañeros y compañeras. El alejamiento de las aulas o del centro no supone una solución al problema, sino que lo que realmente consigue es acentuarlo, sin ofrecer la posibilidad de reflexión sobre actuaciones que se podrían haber acordado conjuntamente, y provocando que estos alumnos y alumnas actúen de la misma forma en el futuro.

 

      El modelo mediador supone una mejora respecto al modelo disciplinar, ya que incluye a las personas implicadas en la resolución del conflicto y la gestión de la convivencia. Este modelo se caracteriza por la incorporación de una persona experta para mediar en el conflicto entre ambas partes y ofrecer respuesta dentro de una determinada normativa establecida. Este modelo implica una solución reactiva, es decir, crea una respuesta cuando el conflicto ya ha aparecido y no tanto una prevención del mismo. Aunque las normas generalmente siguen siendo definidas por la autoridad, su aplicación ya no es vertical, sino que se introducen procesos de diálogo y una función arbitral. En vez de poner el foco en las sanciones y las expulsiones, se promueve el apoyo entre iguales y la superación de la culpabilidad.

 

      El principal inconveniente del modelo mediador reside en el hecho de limitar la responsabilidad de la convivencia a determinadas personas, que deben mantener la imparcialidad durante las resoluciones. Esta forma de resolución puede generar, en algunos casos, respuestas insatisfactorias. Por ejemplo, que las partes involucradas en el conflicto acepten la resolución propuesta por el mediador/a sin tener claro cuál ha sido el proceso que llevó a ella o bien se finge aceptar la resolución propuesta por miedo a las consecuencias que tendría rechazarla, entre otras. Ese tipo de reacciones pueden no solucionar la situación de conflicto, ya que tanto el alumnado como familiares no comparten la misma percepción del problema que el experto/a que medió en la resolución.

 

      Finalmente, el modelo dialógico involucra a toda la comunidad mediante un diálogo que permite descubrir las causas y orígenes de los conflictos para solucionarlos desde la propia comunidad mucho antes de que aparezcan (Flecha & García, 2007). Este enfoque se centra, por lo tanto, en la prevención de los conflictos, mediante la creación de un clima de colaboración, donde las personas participan en la creación de normas, el funcionamiento del centro y la forma de resolver los conflictos, creando un mayor entendimiento y sentido por todas las personas implicadas.

 

       En este modelo, se facilitan los espacios y las condiciones necesarias para que todas las personas dispongan de las mismas oportunidades para expresar su voz y encontrar soluciones conjuntas. Para hacer posible este diálogo, se considera que todas las personas, sea cual sea su cultura, su nivel de estudios, etc. tienen la capacidad para intervenir, opinar y participar en la búsqueda de una solución consensuada que ayude a la prevención de conflictos. La responsabilidad y la capacidad de gestionar la convivencia no se limita ni a una figura con autoridad, ni a personas expertas en mediar, sino que se extiende a todas las alumnas y alumnos, profesorado y personas de la comunidad. Se trata de superar las pretensiones de poder (tan presentes en el modelo disciplinar) para dejar paso a las pretensiones de validez y las relaciones igualitarias.

 

     El diálogo está presente en todo el proceso normativo, tanto en la elaboración de las normas como en su posterior aplicación, respondiendo a los enfoques de la ética procedimental y la democracia deliberativa (Elster, 1998). La ética procedimental establece que la eficiencia de las decisiones o de los acuerdos no depende tanto de su contenido (una norma u otra), sino principalmente del procedimiento con que se llegó a él: el consenso. Cuantas más personas y más diversas estas son, más argumentos existirán y, en consecuencia, mayor la posibilidad de obtener normas válidas para todos y todas.

 

       La democracia deliberativa, a su vez, se basa en la idea de que el diálogo y el consenso superan la votación y la confrontación entre diferentes opiniones. En una votación, dos o más posiciones se enfrentan y se establece, democráticamente, la mayoritaria. Sin embargo, en una deliberación, por medio de argumentos es posible modificar una posición inicial o presentar alternativas a ella, de modo que se llegue a un consenso. Generar espacios de diálogo previene los conflictos. Para ello es necesaria la implicación de toda la comunidad, para que todas las opiniones sean escuchadas y consideradas cuando se trata de establecer las causas y orígenes de los conflictos y en su la solución, mientras el conflicto todavía es latente.

 

      El modelo dialógico representa un paso más para prevenir problemas de convivencia. Ello no significa que sustituya completamente los modelos anteriores, sino que éstos por si solos no erradican los problemas de convivencia. Cuando alumnado, familiares y profesorado tienen la oportunidad de opinar y participar conjuntamente en la gestión de los centros, la creación de normas y resolución de conflictos, mejoran cualitativamente la convivencia tanto en los centros como en toda la comunidad educativa. Y, finalmente, en el modelo dialógico la participación de toda la comunidad no se contrapone al aprendizaje, sino que acompaña

y promueve el aprendizaje instrumental.

 

    En las Comunidades de Aprendizaje, la participación de la comunidad en la prevención de conflictos se fomenta en muchos espacios cotidianos. En las comisiones, la formación de familiares, las asambleas, entrando en el aula, en la biblioteca... las diferentes personas de la comunidad se conocen y establecen relaciones de confianza que permiten actuar previniendo los conflictos antes de que se manifiesten más duramente. El centro educativo abierto a las familias facilita una relación abierta, no limitada principalmente a la comunicación de problemáticas, y más inmediata cuando se dan inicios de situaciones conflictivas. La presencia de familias y otros agentes educativos en las aulas reduce los conflictos en las mismas y consigue resultados que el profesorado sólo no logra.

 

         Algunas Comunidades de Aprendizaje tienen una comisión mixta centrada en la convivencia. En esta comisión, alumnado, familiares, profesorado y otros profesionales hacen el seguimiento de posibles situaciones conflictivas. Por ejemplo, en una Comunidad de Aprendizaje, la comisión mixta comentó que en el curso de tercero de educación primaria había un niño que actuaba como líder despreciando a una parte de la clase. Algunos niños y niñas se le sumaban, en parte por evitar ser víctimas de su desprecio, y otros estaban a disgusto en numerosas situaciones. La comisión de convivencia decidió hablar con los padres y madres del curso y, en concreto, con la madre del niño que actuaba como líder. La madre, acostumbrada al carácter dialogante de la dirección y la comunidad escolar, reconoció que su hijo tenía ese tipo de comportamiento. Los padres y madres del curso en concreto decidieron, en vez de castigar a este niño o de establecer mecanismos de mediación, ir al aula hablar con los niños y niñas y participar en diversas sesiones de grupos

interactivos, promoviendo cambios en las diferentes relaciones dentro del grupo.

CONSENSO DE UNA NORMA

 

El modelo dialógico puede organizarse en un procedimiento concreto para consensuar una norma entre toda la comunidad, como se explica a continuación. 



CARACTERÍSTICAS DE LA NORMA A CONSENSUAR

 

   Existen diferentes ejemplos de aplicación de normas que los centros de Comunidades de Aprendizaje han acordado. Para elegir una norma adecuada y que incluya todas las visiones es importante que ésta cumpla unas determinadas condiciones:

 

      Ejemplo de una de las normas adoptadas en una Comunidad de Aprendizaje: Que ningún niño o niña pueda ser insultado o agredido por su forma de vestir.

 

  1. Que la norma pueda ser claramente acordada por todas las personas, de todas las mentalidades y edades. Aunque una persona no esté de acuerdo con el uso de determinadas piezas (minifalda, velo, gorra...), puede estar de acuerdo en que ello no sea un motivo de agresión.

  2. Que tenga relación directa con un tema importante en la vida de los niños y niñas. Se trata de buscar normas que incidan directamente en las vidas de los niños y niñas, que ayuden a resolver problemas reales de convivencia. La mayoría de normas propuestas están centradas en necesidades percibidas por el profesorado o demás personas adultas (puntualidad, el respeto al material...). importantes para la elección de una norma a consensuar esta debe ser relevante para las niñas y niños en primer lugar. Por ejemplo, ser insultado u agredido según la ropa que se lleve (o ver cómo otros y otras sufren una agresión) supone un malestar emocional evidente y tiene consecuencias en el comportamiento, seguridad e inhibición en diferentes contextos distintos de la escuela.

  3. Que haya apoyo verbal claro del conjunto de la sociedad. Que, al menos a nivel de discurso, en el conjunto de la sociedad (más allá del centro o la clase) se manifieste el apoyo a esta norma. En el caso del vestir, la sociedad en conjunto está en contra de las agresiones (aunque haya controversias por el vestir).

  4. Que se incumpla reiteradamente. Sin embargo, a pesar del apoyo verbal, hay normas que se incumplen reiteradamente. En las escuelas, lamentablemente es muy frecuente que algunos chicos levanten las faldas a las niñas, otras reciban insultos racistas si llevan velo, o se hagan desprecios por el estilo o la calidad de la ropa.

  5. Que responda a un comportamiento posible de eliminar. La norma debe ser suficientemente acotada para que sea posible de eliminar, es decir, hay que concretar en comportamientos claramente identificables y cambiables (es más difícil eliminar sentimientos o comportamientos muy generales como "cualquier desprecio verbal", por ejemplo).

  6. Que, con su superación, la comunidad dé un ejemplo a la sociedad, familiares, profesorado, niñas y niños. Con el consenso de una norma, no sólo se soluciona un conflicto concreto, sino que la comunidad aprende que es capaz de resolver cualquier conflicto en próximas actuaciones futuras, siendo un buen punto de partida para crear otras normas y saber que el entendimiento es posible.


 

PASOS PARA ASEGURAR EL DIÁLOGO Y PARTICIPACIÓN DE TODA LA COMUNIDAD. 

 

      Para decidir y respetar la norma, se propone un proceso dialógico que puede durar unas semanas, basado en siete pasos y en la participación de toda la comunidad.

  1. Una comisión mixta (profesorado, familiares y alumnado) debate y propone una norma para el conjunto de la comunidad.

  2. Se expone la propuesta de la norma en el claustro y en una asamblea de la comunidad. Se debate entre el profesorado y en la asamblea de la comunidad con la máxima participación posible.

  3. Miembros de la comisión mixta difunden la norma pasando por todas las clases, donde los delegados de las clases van recogiendo los comentarios, reflexiones, propuestas de cambios y los mecanismos para que se pueda asegurar el cumplimiento de la norma.

  4. Las delegadas y delegados del alumnado debaten la concreción de la norma y su aplicación con el apoyo de los miembros de la comisión mixta.

  5. Se convoca una asamblea donde las delegadas y delegados del alumnado explican al profesorado, familiares y comunidad el resultado de sus deliberaciones. También recogen las valoraciones de todos ellos esos agentes, que devuelven a sus respectivas clases en presencia de la profesora o profesor tutor/a y de una representación de la comisión mixta.

  6. Toda la comunidad vela por la aplicación de la norma y su revisión continúa, seguimiento que se pone en común, sin delegar. Todo el proceso es llevado a cabo a través de los representantes de aulas y de la comisión mixta.

  7. El proceso se acompaña con formación mediante tertulias dialógicas, debate de textos, video fórums y otras actividades que se decidan.


Alejandro Esteban Perales. Estudiante del grado de Maestro de Educación Primaria en la Universidad de Castilla-La Mancha.


Alejandro.Esteban2@alu.uclm.es


Modelo dialógico de resolución de conflictosInstituto Natura-Comunidades de Aprendizaje (adaptación a partir de materiales formativos producidos por CREA)

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