La epidemia empeora la brecha educativa, es decir, las familias con menos recursos tramitan peor el estrés. El confinamiento en las casas desfavorece el rendimiento académico de las familias más desvalidas, con menos dispositivos y menos rutinas en su vida diaria. Más de 300 millones de estudiantes en todo el mundo, nos vemos afectados por el cierre de colegios, universidades, institutos, etc.
El cierre de escuelas por el coronavirus puede aumentar las desigualdades sociales; la educación sigue siendo el principal orientador social. Todo esto lleva a que las familias con más espacio económico tienden a tener niveles más altos de educación y más bienes y recursos para compensar la pérdida de clases.
En familias como estas, la educación online no funciona, ya que son familias que ingresan menos de 900 euros al mes (y ahora con esta situación que estamos viviendo puede ser que los dos padres hayan tenido que dejar de trabajar), un 42% no tiene ordenadores en casa y un 22% no tiene acceso a Internet. Esto es un grave problema, porque necesitan ayuda, y mucha gente no se da cuenta de ello. Nos tenemos que poner en su piel y en su situación para saber lo que estarán sufriendo.
En mi caso, si en mi clase tuviera un compañero/a en estas circunstancias le trataría de transmitir todo por otro tipo de vía para que vayan siguiendo al día las clases y no se pierdan. Nos pensamos que todos tenemos ordenador y nos podemos permitir el lujo de dar clases online cuando no es así.
En España, el 61% de las familias con más ventajas tienen dos o tres ordenadores en casa, el 44% de las familias más desfavorecidas disfrutan de un solo resorte y el 14% ninguno.
Pondría en marcha un programa de ayuda, donde se pudieran llevar a distintos hogares contenidos educativos, tutores a distancia, Internet y dispositivos para que pudieran trabajar de una manera mucho más cómoda, ya que muchas familias constan de un solo ordenador para todos.
Laura García Dorado
2º Magisterio Infantil, UCLM (Toledo).
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