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lunes, 22 de mayo de 2017

Albinismo en África

Hace dos tardes me dispuse a hacer limpieza de ese montón de papeles que todos tenemos en algún cajón de nuestro escritorio que ya ni siquiera se puede abrir, de ese que piensas que pueden salir sapos y culebras, y muy al fondo de aquella maraña de papeles encontré un recorte de periódico que me llamó la atención. Era un artículo de la revista XL Semanal, concretamente la sección A FONDO del día 26 de abril de 2009. El artículo versaba sobre el trato que sufren los africanos albinos por su condición especial. Tras releer el recorte solo puedo definir lo que sentí con una palabra, desolación. Cierto es que antes de leerlo ya había oído hablar sobre algunas cuestiones relacionadas con las personas que padecen esta “rara condición”, pero no tenía conocimiento de las barbaries que sufren por el simple hecho de tener un color de piel diferente al del resto de las personas que les rodean.
Todo esto me recuerda a la matanza que se llevó a cabo en la Segunda Guerra Mundial sobre los judíos por el simple hecho de tener unos pensamientos distintos. Me resulta inconcebible el que en pleno siglo XI, en plena era espacial, en la época de la información y la digitalización; puedan seguir existiendo cosas tan brutales como la matanza de un igual por su color de piel. ¿O es que hemos vuelto a la época de la esclavitud y no me he dado cuenta? Sea como sea nada de esto tiene sentido.
Si hablamos de la magia negra, la brujería, los curanderos...; puedo hasta imaginarme que estén dentro de las tradiciones y cultura de un pueblo; pero el que hablemos de “cazadores de albinos”. ¡Señores, que son personas, no monstruos! Apelemos al sentido común humano y razonemos, porque por encima de todo somos personas. Por esta regla de tres, el día de mañana la tomaremos con los bajitos, o con los gordos; total, “son diferentes”.

En países como Tanzania o Camerún los albinos son considerados como gafes vivientes, y una vez fallecidos son mutilados y descuartizados para ser vendidos como amuletos de buena suerte o como afrodisíacos. Las propias familias repudian a los nacidos con esta especial condición llegando a abandonarlos a su suerte. En sus lugares de nacimiento se les considera deshechos sociales, siendo obligados a buscar una vida mejor lejos del yugo de esos entornos maltratadores.

Por desgracia, el trato desmedido que sufren estas personas es muy similar al que encontramos hoy día en las aulas y patios de recreo de nuestros colegios. El ser diferente o el no cumplir con el canon de estilo, belleza, moda o tendencia imperante; te saca de lo que los demás ven como “normal” y es en ese momento en el que comienza la cacería al raro. Evidentemente no podemos compararlo ni cualitativa ni cuantitativamente los actos caníbales y de mutilación que sufren los albinos, pero sí podemos ver similitudes con las humillaciones y en el acoso físico y psicológico que se sufre en ambos casos.

Son muchos los que hablan de intentar solucionar este tipo de acoso, en ambos casos, con el diálogo o con campañas de sensibilización, cosas que están muy bien, pero creo que se quedan cortas en cuanto a la víctima. El verdugo puede ser reconducido, pero mi duda es ¿son reparables los daños psicológicos en la víctima?
La prueba de que todos somos personas la tenemos en el ejemplo del cantautor Salif Keita. Este hombre luchó contra todo aquello que le negaba vivir, contra todo aquello que le hacía distinto. Lo que más me fastidia de lo que le sucedió a este hombre, es que tuvo que hacer el doble que cualquier otra persona para conseguir solo la mitad. Este hombre no solo consiguió salir de toda esa xenofobia, o “albinofobia” como lo denominan algunos, sino que aún sigue luchando por que los que la sufren puedan salir de ahí, o mejor dicho, por intentar eliminar las barreras que crean estos pensamientos tan retrógrados de algunos. Pero corrigiéndome a mí misma, he de decir que donde puse “que todos somos personas”, he decir que no todos lo somos. Aquellos que maltratan o matan en vida a animales y seres humanos no son personas para mí, son ellos los monstruos a los que hay que perseguir y...; mejor no pensar, porque se merecerían que les hiciesen lo mismo que hacen pero multiplicado por diez, como se suele decir coloquialmente “probar de su propia medicina”...
Me da mucha rabia que se trate a alguien de diferente. Uno de los Derechos Humanos es el derecho a la vida. Todos somos iguales independientemente de nuestra condición o sexo, de nuestra procedencia, de nuestros rasgos, de nuestras ideas... ¿Por qué seguimos así a estas alturas de la vida? Me corrijo cada persona es alguien SINGULAR/ÚNICO, no hay dos personas iguales, pero sí debemos ser iguales en derechos.
Hablemos también de dar o no refugio a estas personas. Creo que este es un tema que no deberíamos ni plantearnos. No digo que seamos las monjas descalzas del Carmelo, pero se debería ayudar a toda persona que esté en situación desfavorable. Esto mismo lo vemos en las escuelas. Tenemos el deber, y yo diría incluso la obligación moral, de dar un apoyo a todos esos niños y niñas que necesitan un apoyo especial para poder crecer, para poder tener las mismas oportunidades que los demás. A esto lo llamamos atención a la diversidad. Pues lo mismo se debería hacer con estas personas, “atender” a su “diversidad” para que fuesen iguales que el resto, ni mejores ni peores, simplemente iguales. Con ello, estas personas serían únicas e iguales. Únicas porque serían libres de temores, e iguales porque serían miembros de una sociedad sin discriminación. ¡Ojo!, con esto no quiero decir que nuestra sociedad sea mejor ni superior a otras. Simplemente digo que es un poco “menos injusta”.
Bueno, para terminar, voy a dejar un hueco a la reflexión del lector. En esta ocasión quiero dejaros una cita de Jean – Jaques Rousseau, un gran conocido dentro del mundo de la educación, que dice así:
“Quitad de los corazones el amor por lo bello, y habréis quitado todo el encanto a la vida”
María del Pilar Valparaíso Lancha. 2º Educación Primaria
Referencias:   (26 de abril de 2009). Moszy es un fantasma. XL Semanal. P 48 – 51.

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