Hoy 4 de Septiembre aquí estamos mi madre y yo
frente a las dos maletas, una grande y otra mediana, estamos intentando decidir
cual nos llevamos, algo que ya se de antemano, sé que vamos a llevarnos la
grande, son cinco días, pero sé que la mitad de la maleta ira llena de “por si
acaso”. ¡Anda que no la conozco! Chaquetas por si refresca por la noche, no una
o dos, sino tres o cuatro por si se manchan, y así con todo lo demás. Luego
está el tema medicamentos, dolor de cabeza, para el mareo, para el refriado y
creo que también ha echado alcohol, gasas y tiritas para la picadura de medusas
me he supuesto yo. El cargador de la silla eléctrica. La picadora para hacer
los purés, zapatos, zapatillas y escarpines. Toallas para la playa, cremas
solares y bañadores.
Creo que ya se ha decidido, ¡y me dice! Nos
vamos a tener que llevar la grande, ¡y pienso, fíjate que sorpresa!!
Allá vamos con la silla de ducha, mi almohada,
y la maleta grande, se ha empeñado en llevarse otra silla para la playa, pero
al final la dejamos en tierra porque no cabe en el autobús.
Nuestro destino Almuñécar, mis compañeros de
viaje son mis amigos de “ASODEMA” y otras dos asociaciones, “APAM” de la Puebla
de Almoradiel y “ASPRODIQ” de Quintanar de la Orden. Un total de treinta
personas entre cuidadores, voluntarios y nosotros; chicos y chicas de los tres
centros ocupacionales.
Vamos
dispuestos a disfrutar de estas merecidas vacaciones.
Mi
sitio en el autobús, un lugar privilegiado, voy atrás, al lado de la ventanilla
más grande, bien anclada mi silla de ruedas al suelo, ante todo seguridad, y no
me pienso perder detalle del viaje.
Pasamos Despeñaperros y se nota, se nota en el
paisaje, más árboles, más verde, más cerros, más curvas y montañas, y a lo
lejos un pico muy alto, el más alto de España.
Seis horas de viaje sin apenas cansancio, el
tiempo se ha pasado deprisa, igual de rápido que nuestras vacaciones.
Paseos por Almuñecar. Playa poca, mucha piedra
para mi gusto, menos mal que se quedó en tierra la silla de playa porque no ha
hecho falta, bueno ni toallas, ni cremas solares. Al final hubiera bastado con
la maleta mediana.
Visita obligada a las Cuevas de Nerja. En la
puerta de entrada un cartel, no están adaptadas, ¡normal! ¿Cuándo se ha visto
que una cueva este adaptada para ir en silla de ruedas?, pero mi madre se
empeña; para eso hemos recorrido media España dice. Busca entre los compañeros
al más fuerte para que la ayude, y allá voy yo a la sillita la reina, subiendo
y bajando escaleras y disfrutando de un paisaje como pocos, lleno de piedras
con formas extrañas, estalactitas y estalagmitas.
De vuelta al hotel visita al barco de
Chanquete, allí inmóvil en una plaza, parece fuera de lugar, no lo recuerdo así
en la serie Verano Azul.
Voy a echar de menos nuestras visitas
nocturnas al karaoke, allí al ladito del paseo marítimo, donde nos clavaban
tres euros por cerveza y 2,50 por Coca cola.
Inolvidable la fiesta de cumpleaños que me
preparó mi gente de “ASODEMA”. Allí cumplí los 27.
Al final me quedo con lo mejor de estas
vacaciones, con el ambiente siempre de compañerismo entre todos nosotros, con
las nuevas amistades, entre ellas Cristina (voluntaria incansable) También me
quedo con el viaje de regreso “como sobrevivir once horas en un área de
servicio esperando otro autobús porque el nuestro esta averiado”, buen título
para otro artículo, quizás en el siguiente, ya veremos…
Los amigos duplican las alegrías y dividen las penas.
Cristina Prieto Blázquez
1º Educación Infantil
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