En los últimos tiempos parece que el antiguo debate escuela pública - escuela concertada ha cobrado vigencia. De nuevo los partidos políticos han visto oportuno rescatar un tema que siempre ha causado polémica en nuestro país, y lo han hecho con un fin oportunista. Sí, aunque viejo y manido sigue produciendo el efecto deseado, esto es, movilizar a un sector del electorado a favor de una ideología política o, más bien, predisponernos abiertamente en contra de un partido político determinado. No es mi intención poner en duda la legitimidad de dicha estrategia, sino más bien hablar de operaciones que efectuamos consciente o inconscientemente, y que marcan el rumbo a nuestro país: sumar o dividir.
Seguramente muchos de los argumentos a favor de la educación pública son razonables y coherentes. Estoy convencida de que cualquier persona sensata defiende el derecho a la educación en condiciones de igualdad, la inclusión, la interculturalidad, etc. De igual modo pienso que muchos de los argumentos en defensa de los colegios privados concertados tienen su base en la sensatez y el sentido común. ¿Quién no estaría de acuerdo en que los padres deben tener libertad de elección de centro? o ¿por qué se le habría que recriminar a un centro privado que ofrezca más y mejores servicios a sus alumnos? El debate suscitado por los argumentos que defienden ambos bandos, seguro que nos enriquece y nos ofrece nuevas perspectivas de futuro, siempre que sumen. Sumar es crecer y progresar. Sumar es destacar y valorar lo positivo de aquello que defiendes respetando las demás opciones; es ser receptivo y reflexivo ante puntos de vista diferentes. Sumar es ser crítico y constructivo para intentar ofrecer un mejor servicio educativo.
Desgraciadamente las campañas a favor de la escuela pública han sido diseñadas no para ensalzar sus propias cualidades y valores sino para destacar aquellos aspectos negativos que, a su juicio, tendrían los colegios concertados. Estas campañas utilizan las mismas estrategias políticas a las que nos han acostumbrado en nuestro país desde hace años: atacar la opción contraria utilizando falsedades o medias verdades, dejando de un lado la autocrítica y la reflexión sensata. Es el tipo de operación que han aprendido y que manejan con habilidad y destreza: la división. Dividir es separar enfrentando, es mirar hacia afuera en lugar de hacia adentro, es ser crítico en lugar de autocrítico, y esto no conlleva progreso alguno.
Rossana Noemí Servín Uliambre.
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