La Consejería de Educación del Gobierno de Aragón ha decidido que vuelvan los exámenes de septiembre para los alumnos de enseñanza obligatoria. Hasta ahora, la convocatoria extraordinaria se realizaba en el mes de junio, es decir, a los diez o quince días de que los alumnos hubieran realizado las evaluaciones finales del curso.
Los fundamentos psicopedagógicos en los que se apoyaba la LOGSE para justificar este dislate se basaban en principios educativos que comparto, pero una cosa son los objetivos que se persiguen y algo muy distinto la consecución de los mismos, la metodología que se aplica y las estrategias que se utilizan.
Analicemos estas premisas: la evaluación debe ser continua, con lo que deberá valorarse el esfuerzo, los progresos: no sólo importan las notas, los exámenes, la memorización, deben evaluarse las competencias básicas; la educación debe huir de la homogeneidad y adaptarse a la realidad sociocultural del alumno, que deberá tener los apoyos y refuerzos necesarios durante el curso para evitar que los deba recibir en verano, lo que conllevaría un coste económico que no todas las familias pueden soportar. En definitiva, debieran tomarse las medidas necesarias en el día a día que ayuden a mejorar el rendimiento escolar y prevenir el fracaso escolar (33% en Aragón, y no mejora).
Decía que compartía estos principios, pero ¿cuáles son los resultados?
Que la evaluación debe ser continua, integral, basada en competencias, actitudes y aptitudes, saberes, procedimientos, estrategias, métodos… en valores como el esfuerzo, el compromiso, la responsabilidad, la implicación… que la calificación final debe medir muchas variables y no sólo la de conocimientos teóricos está claro (¿para cuándo nos plantearemos los principios de “Bolonia” en la enseñanza preuniversitaria?) ; pero la necesaria asimilación de conceptos básicos sin los que es imposible poder continuar cualquier proceso de aprendizaje también lo es y lo contrario alimenta la desmotivación, uno de los principales aliados del fracaso escolar.
Es evidente que la educación debe huir de la homogeneidad: ni los individuos son iguales ni las realidades sociales, familiares y culturales lo son, pero resulta que estamos aplicando patrones educativos similares a cuando esa realidad era mucho más homogénea. ¿Perjudicará mucho a la persecución de ese objetivo que a un alumno, sea cual fuere su realidad sociocultural, se le dé una nueva oportunidad dos meses después de haber finalizado el curso?
También es verdad que cuantos más apoyos recibiera el alumno durante el curso más posibilidades se pondrían a su alcance para que cada día fueran menos los que debieran examinarse en septiembre y esto implica a toda la comunidad educativa: al centro escolar, a las familias, a las ampas, a la administración. Pero al parecer esto no está siendo así y lo que no podemos hacer es mirar a otro lado y esperar a que se consiga sin hacer nada hasta entonces.
En resumen: Pónganse las medidas necesarias para que cada vez sean menos los estudiantes que deban examinarse en septiembre, porque entonces diremos que el sistema en su conjunto (insisto: la comunidad escolar) goza de buena salud, pero no nos opongamos a medidas que se toman precisamente porque esa salud es precaria. El sentido común, simplemente eso, debe imponerse.
Por cierto, ¿saben ustedes algo de aquel Pacto por la Educación? Porque aquí seguimos dando vueltas y vueltas a aspectos aislados pero no nos atrevemos o no queremos abordar el problema en su conjunto. Y la actual coyuntura socioeconómica obliga a abordar con urgencia los males de la educación sin dilación alguna.
¡Manos a la obra!
Miguel Ángel Heredia
Presidente de Fundación Piquer
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Pues ya estamos poniendo parches. Me explico: Nuestro sistema no puede funcionar: queremos tener un ESO-Bachillerato asequible a todos (incluso la universidad es una prolongación de la Secundaria, me atrevo a decir) como en muchos países pasa en donde no hay recuperaciones tal como las entendemos.
ResponderEliminarPero al mismo tiempo no tenemos las medidas correctoras de una entrada en la Universidad realmente fuerte (tenemos casi el 50% más universitarios que Finlandia donde el sistema de Secundaria es el mejor del mundo según PISA y muchos otros evaluadores).
Nos hacen falta arrojos para volver a elevar la calidad de la entrada en la Universidad (no es de recibo que 3 alumnos aprueben todas en Biología de 2º en junio /septiembre en una de las facultades españolas con más de 100 matriculados y cursando la carrera).
Cuando las bases igualadoras que salieron a la calle y siguen exigiendo formación para todos (pero entendido como igualitarismo no como igualdad de oportunidades) se callen o acepten la realidad, se cambiará la educación en este país.
Se me olvidó decir que en Finlandia sólo el 10% de los que quisieron entrar a ser profesores de Secundaria lo consiguieron.
ResponderEliminarEste tema me parece muy interesante, y que nos preocupa a muchos estudiantes
ResponderEliminarMi opinión, pero sólo es eso, mi opinión, por supuesto respetable la de todos los demás, es que yo prefiero los exámenes en septiembre, pues creo que en tan poco tiempo después de haber acabado los últimos exámenes, es casi imposible ponerle remedio al suspenso sea de la asignatura que sea, y eso sin contar si la asignatura es del primer semestre, porque como todos los estudiantes sabemos, nuestros innumerables trabajos, presentaciones, powerpoints, investigaciones, artículos, monografías, portafolios,...., apenas nos deja tiempo para estudiar las asignaturas del semestre en el que nos encontramos, y que decir entonces encontrar tiempo para las asignaturas que hemos suspendido. Yo por mi experiencia, pues soy de las que hizo E.G.B. y luego C.O.U., si te quedaba alguna asignatura siempre te quedaba la posibilidad de apuntarte a una academia y aprobar en septiembre, o preparártela por tu cuenta, pues tenias tiempo para organizártela y estudiarla, y la verdad a mi parecer funcionaba, y lo que es mejor, al final, de verdad acababas aprendiendo de esa asignatura, incluso a veces le acababas cogiendo hasta el gusto, y no como ahora en junio, que mal preparamos un examen para ese día y poco más, porque apenas hay tiempo, por eso me encantaría que alguna vez se plantearan las personas que les competa, la posibilidad de poder volver a poner septiembre, aunque también nos deberíamos hacer la pregunta de por qué se suspenden tanto algunas asignaturas, dónde está el problema, que se podría hacer para que la gente aprobara y sobre todo, para que realmente aprendiera.
Amaya
Amaia, totalmente de acuerdo contigo. Pero es que además, si el sistema de evaluación es continuo. Si además cuentan los trabajos, metodologías y procedimientos junto con competencias básicas para evaluar al alumno, y en junio hemos decidido entre todo el Departamento o el Claustro que ese alumno no las ha alcanzado, ¿Me puede alguien explicar cómo en una o dos o tres semanas se consiguen adquirir? Para eso, dejamos de evaluar esos detalles y volvemos al examen escrito puro y duro.
ResponderEliminarPero es que además, y subrayo el además, no permitiría evaluar a nadie en septiembre con una prueba: si no ha superado el curso o la asignatura por no haber adquirido las competencias le obligaría a adquirirlas en dos meses: hoy en día hay formas de hacerlo on line, u obligando a esos alumnos a ir a la facultad o al centro en julio o en agosto puntualmente. Y eso no es tan caro. Tanto como que cada año una persona (del colegio o de la Facultad) cambie sus vacaciones de julio por agosto.